EXPERIENCIAS REALES QUE SIRVEN DE INSPIRACIÓN

El mejor verano con los pequeños de la casa

El mejor verano con los pequeños de la casa

Las vacaciones con los nietos son una fuente de satisfacción y de rejuvenecimiento. Los abuelos pueden compartir con ellos sus aficiones y anécdotas del pasado. Además, pueden descubrirles el gusto por la naturaleza y las manualidades.

Enrique tiene 8 años. Cada verano, y mientras sus padres trabajan en Madrid, pasa unos días de vacaciones con sus abuelos en la casa que éstos conservan en su pueblo natal, en la provincia de Ávila, a la que se trasladan todos los veranos desde que el abuelo se jubiló. Para el niño, esos son unos días de plena libertad. De la mano de su abuelo ha conocido la iglesia donde se casó la pareja hace ya casi 50 años y la era donde se trillaban las mieses, hoy convertida en parque infantil.

Una de las cosas que más le gustan a Enrique son los largos paseos que da con su abuelo por el campo, antes de ir a la piscina municipal. Caminan entre robles y encinas, jaras, tomillos y cantuesos, que Enrique ha aprendido a distinguir. A veces recogen bellotas y luego las plantan. En una ocasión, el milagro se produjo y surgió un pequeño roble al que ambos prodigaron todos los mimos. Otras, son piedras, ramas secas de formas fantásticas o frutos de escaramujo que se llevan a casa, un pequeño tesoro que Enrique va acumulando en su caja de cartón. Con las hojas, de distintas formas, tamaños y texturas, hacen marcapáginas y posavasos: primero, las prensan y, después, ya en Madrid, las llevan a plastificar. «Luego se las regalamos a toda la familia», dice orgulloso de sus logros Enrique.

Texto Pulseras a la última

Pilar y Elías tienen tres nietos a los que miman especialmente durante la etapa estival, en su casa de Palamós, en la Costa Brava. El matrimonio tiene claro que relajan la disciplina de los pequeños, dos niñas de 7 y 9 años y un niño de 6. «La playa también se presta a ello», sostiene Pilar. Se levantan y comen tarde. Durante las horas de más calor, mientras el abuelo duerme la siesta, ella ha enseñado a los tres a tejer pulseras con lanas de colores y a coser.

La mañana se dedica a la playa. El abuelo rejuvenece saltando las olas con los niños, recogiendo conchas y haciendo castillos de arena mientras la abuela se ocupa de las precauciones con el sol. Por la tarde, después de merendar, van al centro de Palamós. «Nos tomamos un refresco y los llevamos a los coches de choque y otras atracciones. A veces, aprovechamos para cenar al aire libre». Eso de volver tarde a casa les hace sentirse mayores.

Algunas tardes, Pilar y Elías llevan a sus nietos a la lonja del pescado. Es una experiencia única que los niños recordarán toda su vida.

Taller de carpintería

Juan y María pasan unos días en la casa que una de sus hijas tiene en la sierra madrileña. A Juan le entusiasma dedicarse al jardín y ha intentado que sus nietos le sigan en la afición, pero sin demasiado éxito. A los niños les interesa mucho más otro de los pasatiempos favoritos del abuelo: el bricolaje y las manualidades. En el garaje de la vivienda hay un pequeño taller al que Juan y sus dos nietos, Pablo, de 12 años, y Nacho, de 10, están sacando el máximo rendimiento. En él ponen a punto las bicicletas. Pero además han construido pequeñas obras de arte: un robot a partir de un bote de conservas (los ojos, brazos y antenas están compuestos por tornillos y tuercas) y varias casitas para pájaros.

María, por su parte, los ha iniciado en la cocina. A la abuela le encanta hacer postres y a sus nietos comerlos. Así que han aunado intereses para realizar juntos algunas tartas, mermeladas y hasta conservas con hortalizas procedentes del pequeño huerto que hay en el jardín. «Para ellos, mezclar los ingredientes es como un juego. Incluso se pelean por batir los huevos o remover la mezcla... La verdad es que lo ponen todo perdido, pero es una vez al año, y disfrutan lo suyo», confiesa, con un punto de orgullo, la abuela.

Los ejemplos que brindan Enrique, Pilar, Elías o Juan y María son solo una pequeña muestra de cómo la experiencia de los abuelos conjugada con la curiosidad de los niños pueden deparar momentos de satisfacción para todos.

Texto: Paz Hernández. Con la colaboración de Virginia González, psicóloga y pedagoga.

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