Biografía de Beatos Juan de Perusa y Pedro de Sasso-Ferrato, martirizados en Valencia

Ficha personal

  • Nombre: Beatos Juan de Perusa y Pedro de Sasso-Ferrato, martirizados en Valencia

Durante la segunda década del s. XIII mucha gente quería conocer a un hombre pequeño y enjuto que vivía en la ciudad italiana de Asís y que se llamaba Francisco de Asís, hablar con él o hacerse discípulo suyo.


De Perusa, en Umbría, llegó un sacerdote llamado Juan; de Saxoferrato, en los Abruzos, un hombre maduro de nombre Pedro. Los dos se sentían atraídos por un fuerte deseo de perfección que esperaban alcanzar en la escuela del poverello. En la vigilia de Pentecostés del año 1216 se celebró un capítulo general convocado por Francisco tras el concilio de Letrán. Al finalizar el mismo, envió un grupo de frailes a predicar por tierras cristianas, y a España envió a su primer compañero, Bernardo de Quintavalle, acompañado de un grupo de hermanos entre los que estaban Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato. Una vez que el grupo pasó los Alpes, fray Bernardo los fue enviando a los distintos reinos, correspondiendo el reino de Aragón a Juan y Pedro.


Entraron en Aragón por la villa de Fraga, desde donde se dirigieron a Teruel, ya que llevaban cartas de favor para la ciudad y para los parientes del capitán don Martín Garcés de Marcilla, hijo de esta ciudad aragonesa y que habían conocido en Italia. En ellas se pedía que se les favoreciese y amparase. Sus primeros apostolados en Teruel fueron el cuidado a enfermos y leprosos en el hospital, servicio a los más pobres e intensa vida de oración. Con este ejemplo y las cartas de favor que traían consiguieron, en 1217, licencia de los dos cabildos de la ciudad para fundar un convento en la ermita de San Bartolomé, que estaba fuera de la muralla cerca del río Turia.


Junto a la ermita del apóstol edificaron dos cabañas como vivienda y cavaron un pozo con cuya agua se abastecían ellos y regaban la pequeña huerta que cultivaban. Dicho pozo todavía se conserva en el claustro del actual convento y son muchos los prodigios que los devotos atribuyen a sus aguas. Una vez que se familiarizaron con la lengua, empezaron a predicar la palabra de Dios por las plazas de la ciudad y los pueblos de la comarca. Entre sus actividades apostólicas cuidaron de manera especial la catequesis a los niños. Todavía hoy, en la procesión del día de su fiesta, los protagonistas son los niños más pequeños acompañados de sus padres. «Salían ciertos días festivos a las plazas y lugares de mayor concurso y, juntando cuantos niños podían, les explicaban la doctrina cristiana, informándolos con suave mansedumbre en los misterios y artículos de nuestra santa fe. Concluida la doctrina de los niños, entraban predicando a los grandes y adultos, subiendo de punto el estilo y la sustancia de su anuncio».


Como ya hemos mencionado, al final del famoso capítulo de las Esteras, celebrado en la ciudad de Asís, san Francisco envió a sus frailes a predicar por todo el mundo, insistiendo de manera peculiar en las misiones en «tierras de moros». Francisco envió a España otros 110 hermanos, al frente de los cuales puso a fray Juan Parente, que después fue elegido ministro especial de la Orden. Este fue distribuyendo a los frailes por distintos reinos. Él y otros diez se establecieron en la ciudad de Zaragoza, cinco de los cuales, al poco tiempo, partieron para Marruecos y son los primeros mártires de la Orden. Para los primeros días del mes de mayo del año 1220, fray Juan Parente convocó capítulo provincial en el convento de Zaragoza y allí acudieron Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato, que se encontraban en Teruel. Al final del mismo, los dos frailes piden permiso al provincial para predicar a los moros de Valencia, y este les da su licencia y bendición.


De vuelta a Teruel, esperaban el momento oportuno para iniciar su misión. Por aquel entonces, Teruel era una ciudad fronteriza donde había muchos hombres de armas y además era un centro comercial para los árabes de Valencia. Reinaba gran licencia de costumbres y era escasa la religiosidad.


Aquí supieron del asalto por parte de los moros al barrio cristiano de Valencia y del peligro que corrían los más débiles de renegar de su fe. Los franciscanos creyeron que había llegado el momento y, sin pensarlo más, se presentaron en la capital valenciana. Era el año 1228.


Allí predicaron el Evangelio sin esconderse hasta que el rey moro que gobernaba Valencia, Zeyt Abuzeit, los mandó detener, encarcelar y someter a crueles tormentos, atados a sendos cipreses como los presenta la iconografía, mientras no renegasen de su fe. Finalmente, el 29 de agosto de 1228 fueron decapitados en la céntrica plaza de «la Higuera», en Valencia.


Los cristianos de esta ciudad recogieron sus cuerpos, valiéndose de la influencia de los caballeros aragoneses don Blasco de Alagón y don Artal de Luna, que se encontraban en Valencia, y los sepultaron en la iglesia de San Vicente de la Roqueta. Allí estuvieron hasta que en 1232 el rey Jaime I los rescató y trajo triunfalmente a Teruel. Los restos de los «Mártires de Teruel», como desde entonces se les conoce, fueron depositados en el púlpito de la ermita de San Bartolomé, que fue derribada en el año 1391 para construir la actual iglesia de San Francisco, en la que todavía hoy se pueden venerar las reliquias de fray Juan y fray Pedro. En 1611 se abre el proceso de beatificación, pero hasta el 3 de enero de 1705 no llega el decreto por el que se reconoce el culto público de los beatos. El papa Benedicto XIII concedió misa y oficio propios el 23 de julio de 1727.

La protección de los «santicos» quedó manifiesta cuando, a mediados del s. XIV, una plaga de langostas asoló la comarca circundante a la ciudad, o cuando, en 1735, una epidemia generalizada menguó la población. Precisamente ese año, el cabildo de la ciudad tomó la decisión de celebrar como fiesta de precepto la del 29 de agosto. El mismo cabildo los declaró patronos de la ciudad en 1741. Junto con santa Emerenciana son copatronos de la diócesis de Teruel y, aunque han de ser venerados como beatos, desde el mismo día de su martirio, vienen recibiendo el título de santos.

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