Boda a la vista

Se casa mi "mocetón" a los ... treitantos, como mandan las estadísticas. Es evidente que los jóvenes de hoy no tienen prisa por casarse (la edad media de una mujer y de un hombre al contraer matrimonio está en algo más de 30 y 33 años respectivamente). Les cuesta emanciparse. ¿Razones? Muchas y de todo tipo. Es cierto que las circunstancias no les son favorables: el elevado precio de las viviendas, el paro o la amenaza de paro, las dificultades para conciliar trabajo y familia, sobre todo en el caso de las mujeres... Son motivos de peso que aducen los expertos, pero, a veces, me cuestiono si este fenómeno social se da porque no pueden o porque no quieren. Y me pregunto si no es consecuencia de una educación hedonista que, con la mejor intención, les hemos transmitido. Es evidente que ellos y nosotros nos movemos, más o menos, por los mismos valores, pero el orden de prioridades es diferente. Y, como cada uno es "producto" de su época, a lo mejor ellos, hoy, están acertados. ¿Deberíamos hacer ejercicios de comprensión y flexibilidad?

Por otro lado, la vida se ha alargado considerablemente y, en consecuencia, también las etapas de la vida. Así que no hay que agobiarse: tendrán tiempo para todo.

Tengo que confesar que estoy encantada con esta boda tardía de mi hijo que es como un regalo. ¿Madre desnaturalizada? No, como todas, chantajista: si tú, hijo mío, eres feliz, yo seré feliz. De lo contrario...
Le echaré de menos, porque se cortará el invisible cordón umbilical que suele atar a un soltero a su familia aunque ya no viva en casa. Y eso duele un poco. Pero puesta a ser positiva, quisiera agradecerle su eterna adolescencia, sus viajes heroicos, su maravillosa afición al deporte, sus ácidas críticas, cariñosas en el fondo, para mantenerme al día y en forma, experiencias todas que me han rejuvenecido por dentro.

Sí, estoy encantada porque, además, se han elegido bien.

La vida sigue... sorprendente, apasionante...