Encuentros en la tercera fase

Vuelvo al sur de vacaciones obedeciendo no sé qué consigna. Busco, como las aves, el esplendor del verano a la orilla de un mar de plata donde los dioses se bañan las noches de luna llena.

Y como cada año, me conquistan el jazmín, la dama de noche y el romero con su perfume seductor, el fucsia cegador de la buganvilla o la soñadora palmera...

Reencuentros... Me gusta saludar a Paco, a Mercedes, a Pedrito... Kévin Jesús está hecho un mozo de cresta engominada y tatuaje... Son personajes entrañables y parte de mi historia veraniega. Anoche se hincharon a contarnos chistes. Creo que estos "sureños" son de una casta superior: más rápidos mentalmente, más ingeniosos, más sabios...

Por cierto, ¿dónde están Antoñito y Rocío? Me dicen que se les cruzó un ciclón caribeño que destruyó la pareja, y que Rocío llora en Granada una traición con ritmo de merengue.

La noticia me deja pensativa: creo que el amor es frágil, caprichoso, exigente... Pero también es fácil, espontáneo, confiado, fuerte... a prueba de avatares y de arrugas. Yo lo he visto. Alguien me dijo que un amor de verdad no hay que cuidarlo, hay que vivirlo. Y a lo mejor, Rocío o Antoñito no lo sabían.

El tiempo ha multiplicado generosamente mi familia y, sin embargo, estamos él y yo, como al principio, los dos solos, de vacaciones en un escenario que conocemos muy bien, con la sensación de estrenar una obra inédita. Tiene gracia, después de tantos años de convivencia, nos hemos "reencontrado " también, iguales y diferentes.

Canta la habanera "que un viejo amor ni se olvida ni se deja y que nunca dice adiós". Espero que se cumpla.