Hasta luego, cocodrilo

2010 se ha ido dando dentelladas. No es un cuento sino un show real en el que todos hemos recibido, por lo menos, un mordisquito (en el bolsillo, en el ánimo, en la salud...). A mí también me han llegado ataques en forma de emociones fuertes. Algunas me han hecho daño, pero se van olvidando. Y para sobrevivir bien, si el cocodrilo 2010 no se ha comido algo vital, no hay más remedio que llenar el platillo de la balanza de recuerdos positivos. Me quedo con la boda de mi hijo mayor, un soltero madurito, que inició el año casándose y lo ha terminado con un hijo precioso (cuando pienso en mis nietos, algo se enciende dentro de mí: energía, responsabilidad...).

Así las cosas, tenía ganas de iniciar el 2011. Me encapriché de este número, en medio de un ambiente de malos augurios, como si se tratara de la corazonada de una ludópata. Y decidí jugar al 2011. ¿Cómo? Echándole muchas ganas a la vida con el convencimiento de que podemos darle la vuelta al mundo, como si se tratara de una chaqueta raída (nuestras abuelas hacían estos arreglos y dejaban la ropa nueva). ¿Qué osadía, no? Es que los sueños son muy atrevidos.

No voy a enumerar los problemas que nos rodean, los conocemos todos. Pero sin sueños, sin proyectos, sin esperanza, el panorama sería mucho más sombrío.

Por lo menos, tenemos el poder de la palabra y somos dueños de nuestro "yo" (dignidad, criterio, libertad, ética...) Suficiente para empezar a cambiar lo que no nos gusta de nuestro pequeño entorno o para aliviar la carga de los demás...

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