La estación del amor

Febrerillo loco presume de ser el mes del amor, más por ese intercambio de regalos entre las parejas, ¿qué pensará San Valentín?, que por la sutil llamada del reloj de la naturaleza. Pero marzo, del brazo de la primavera, es el símbolo de un amor arrebatador...

El tema de mi última tertulia "cafetera" podría haber tenido este titular: "Hablemos del amor una vez más..." ¡Cuántas formas de entender el amor! Además, a las palabras bonitas les damos tantos significados, tantas interpretaciones que, a veces, acaban por significar otra cosa. Y, en nuestra charla, no pudimos evitar un comentario sobre la expresión "hacer el amor". Estábamos de acuerdo en lo poco acertada que parece porque no siempre tiene que ver con el amor y el amor no se hace como si fuera una receta de cocina, sería como encerrarlo.

Sin embargo, respetando todas las opiniones, mis tres amigas, maduritas ya, una separada, otra viuda y otra felizmente casada desde hace 40 años, llegaron a la conclusión de que creen en el mismo amor, con la fe de la adolescencia y el realismo de la experiencia. He de confesar que yo también. Creemos en el amor que prende en la pareja como una chispa, en el que se escapa en brillos por los ojos, en el que necesita el cuerpo y el alma de la pareja... Pero también, en el que lo da todo, en el que se va arraigando con los años, en el que se convierte en único motor de dos vidas... Y firmemente, en el que sobrevive a las arrugas y a las canas.

A pesar de las "faenas" que nos hace la vida, sabemos que existe, que puede ser eterno, que no hay edad para volar en pareja y amarse cerca de las estrellas...

Lo pregonan las cigüeñas cada primavera con sus cantos de castañuelas.