Mi niño querido: bienvenido

Tenía prisa por salir de su dulce encierro, como si le esperara impaciente el futuro. Mi nieto, el cuarto, nació antes de lo previsto, con 3 kilos y 100 gramos de peso y una sonrisa socarrona. Vino a este mundo de pie, y a su madre no le quedó más remedio que hacerse el haraquiri.

Mi niño querido: bienvenido. Has rondado mi mente desde que te pusiste en camino. Llevo meses imaginándote, pero la realidad ha superado la imaginación. Hoy, en mis brazos, tengo la sensación de haberte tenido hace muchos años: reconozco los ojos rasgados de tu padre, sus muecas... Las manos de tu abuelo: grandes, masculinas, poderosas...

¡Cuántos miedos y cuántas ilusiones hemos puesto en ti! Te contaré un secreto: he visto hadas buenas alrededor de tu cuna. Y la noche que naciste, el Cielo se cuajó de estrellas y las lanzó sobre la Tierra como si fueran fuegos artificiales. Es un buen augurio. Espero, por tanto, que la selva no sea demasiado cruel contigo, cachorro. Pero pon mucho empeño en aprender las estrategias para sobrevivir que te enseñarán tus padres, porque ellos son listos, fuertes, honestos... y te quieren mucho.

Yo te transmitiré, desde un plano discreto (las abuelas no resistimos los primeros planos), el pequeño bagaje de sabiduría que me ha dado la experiencia para que encuentres el camino de la felicidad. Por cierto, ya verás lo importante que es saber cuál es tu sitio en cualquier circunstancia de la vida.
Pero me tienes y me tendrás siempre así: abuela, por derecho; actriz secundaria en tu historia, por exigencias del guión; refugio incondicional, por amor.

Ponle ilusión a todo lo que hagas y sé bueno, aunque no esté de moda.
Besos, miles de besos.