Nostalgia…

Noto una extraña tendencia a la nostalgia en mis amigas y amigos... Como si les hubiera entrado una prisa loca por volver a los lugares de la infancia, de la juventud donde fueron felices, por reencontrarse con personas queridas y olvidadas... ¿Quedará algo de aquella risa contagiosa, de su misteriosa mirada...?

Pero nada está donde lo dejamos. El tiempo puso su huella y trastocó cada instante hasta convertirlo en recuerdo.

Esta necesidad inaplazable de recuperar la presencia de él, de ella, los escenarios, la música..., el deseo de volver a vivir "aquello", debe de ser cosa de la edad. Suena a despedida, aunque hayamos programado resistir hasta los 100 años.

Es cierto que, a veces, nos gustaría repetir la historia porque "si las cosas se hicieran dos veces se harían mejor", según una coplilla "revistera" de entonces.

Confieso que yo tampoco escapo a la atracción irresistible de mirar hacia ese pasado que se acaba con la adolescencia. Lo demás es un presente continuo.

La nostalgia para mí tiene sabor dulce, olor a hierba recién cortada y a claveles (a mi madre le encantaban), color de mar; la voz de Elvis; el sonido de una guitarra; es suave como un buen despertar...

Los recuerdos agradables pasan de una etapa de nuestra vida a otra y nos sumen malignamente en un dulce sueño que nos resta energía, nos paraliza, nos convierte poco a poco en estatuas de sal.

Sin embargo, "el hoy" nos reclama con fuerza, nos estimula, nos exige sin piedad... y nos invita a crear el futuro. Es la llamada a una aventura sin retorno... pero apasionante.