Ombliguitis

Creo que existe cierto miedo a la jubilación aunque se presuma de "planazos" para esta etapa. Por lo general, su proximidad nos produce una sensación parecida al vértigo que no se puede explicar en dos palabras. Unas veces, esa sensación es excitante como una aventura. Otras, angustiosa como una pesadilla. Y hasta los más optimistas se han hecho, en algún momento, preguntas similares: ¿cómo llenaré mi vida cuando me jubile, qué haré con mi tiempo libre..., con mi economía de pensionista...?

En torno a esta reflexión, alguien me dijo que los jubilados que no han encontrado las respuestas acaban padeciendo "ombliguitis". Es decir, se miran demasiado el ombligo porque, poco a poco, sin darse cuenta, lo han convertido en el centro de interés de su universo. Pero te acaba por doler el cuello. Además, eso es muy aburrido.

Me habló de su trabajo como voluntaria..., de su hijo, médico en Kenia... "Cuando me jubilé, decidí dedicar parte de mi tiempo a aligerar la carga de otras personas. ¡Hay tanta gente que nos necesita, niños, jóvenes ancianos...!¡Tantas formas de hacer algo constructivo por ellos, por mí, por nuestro planeta, por lo que quieras!".

Empezó su discurso en voz baja, le puso ternura, compasión, como una Teresa de Calcuta, y acabó rugiendo como una leona del Ngorongoro.

Tenía razón. El sentido de la vida es grandioso cuando se proyecta en los demás de una forma desinteresada.
Después de aquella "sacudida", me gustaría seguir latiendo con la sociedad y, en la medida de lo posible, serle útil empezando por el círculo familiar. Pero... reconozco que cuesta lanzarse, con lo bien que se pasa practicando "sillón ball", o viajando de aquí para allá, como el correo del zar...

Al menos, sabemos que está en nuestras manos hacer de la jubilación una oportunidad extraordinaria. Y eso quita hierro al miedo. Me parece...