Optimista acorralada busca salidas

Me despierto todos los días con la radio. Me gusta escuchar las noticias. Y normalmente, abro un ojo dando "gracias a la vida que me ha dado tanto". Pero llevo una temporada que se me cruza un cable nada más oírlas... Son como gotas amargas que van minando ese optimismo sin causa que la naturaleza me ha regalado.

¿Frentes? Muchos: problemas de todo tipo, por cualquier parte del mundo. Y además, nuestra crisis económica particular. Los jubilados y la población cercana a la jubilación sufrimos especialmente el mal de la duda y un miedo adolescente al futuro. Ahora, después de haber trabajado más de 35 años "generosamente", de haber cotizado "puntualmente", de haber ahorrado, comprado o invertido "honestamente" para descansar "austeramente"..., resulta que tiemblan los cimientos.

La reforma del Sistema de Pensiones está sobre la mesa, ¿cómo nos afectará?, ¿y qué les pasará a los que vienen detrás? A quien corresponda: nos deben una explicación bien argumentada, clara y convincente.
A menudo, me viene a la memoria un caso que me impactó hace años: sufríamos en España una larga sequía... Un día escuché que un agricultor enloqueció por el desastre que suponía para sus campos. Al poco tiempo, empezó a llover...
Mi optimismo me lleva a pensar que no podemos perder la esperanza porque, antes o después, siempre "llueve".