Una deuda con nuestros hijos

¿Les debemos algo a nuestro hijos? Sí, aún algo más. Se trata de una asignatura pendiente. Los educamos para triunfar, les transmitimos nuestros valores, les dimos alas de águila para volar alto y sin embargo no les proporcionamos un plan B por si la ascensión fallaba...
A veces pienso en el mito de Ícaro que imprudentemente se acercó volando al Sol sin pensar que el calor podía derretir la cera que unía el entramado de plumas de sus alas...

Muchos jóvenes se han encontrado, casi de repente , con los sueños rotos, flotando en la incertidumbre, hundidos en el desánimo. No los preparamos para afrontar los malos tiempos porque nunca imaginamos que podían volver.

Pero nosotros tenemos la experiencia de haber vivido momentos peores, de haber hecho el camino del progreso a pie, de haber tocado espejismos de bienestar... Somos protagonistas de esa historia que arranca en los años 40, 50, ambientada en una sociedad que respiraba austeridad... Condiciones duras que "curtían el carácter". Y aprendimos a ser felices con "lo poco" y "lo mucho" y la mirada siempre puesta en el porvenir .

Ahora, por y para nuestros hijos, tenemos que recuperar del fondo de ese alma tallada a fuerza de renuncias e ilusiones aquella energía que nos hacía abordar con ganas el reto de cada instante.

Somos padres y madres incondicionales, pero nos es imposible devolver el trabajo a los parados y tampoco tenemos soluciones para resolver todos los problemas.
Sin embargo, podemos darles nuestra fortaleza, la actitud positiva, la confianza, la capacidad de encajar los problemas. Podemos hablarles de esperanza, de ilusiones. Podemos animarles a luchar, en el sentido más pacífico y constructivo de la palabra... Lo necesitan para que la gran aventura de inventar el futuro les pille seguros, renovados, creativos, mejores...
Se lo debemos.