¿Residencias para mayores o cuidados profesionales en el domicilio?

Afrontar la factura mensual de una residencia para mayores no está al alcance de todos. Los pensionistas "mileuristas" y esa mayoría que cobra por debajo de la ridícula cifra de los mil euros no pueden ni pensar en acceder a este servicio sin vender sus propiedades o reclamar la colaboración económica de sus familiares. Las plazas residenciales son caras, muy caras, para el común de los mortales y, quizás por ello, se convierten en un recurso al que tan solo se acude de forma privada en ocasiones límite, cuando el estado del mayor está tan deteriorado que el cuidado familiar se hace imposible y hasta que se consiga una plaza residencial pública.

Bien es verdad que hablar de carestía no significa ni mucho menos hablar de beneficios desmesurados por parte de las empresas propietarias de las residencias de mayores. Hay que considerar que en una residencia de ancianos, además de un alojamiento permanente, se ofrecen servicios alimentarios, asistenciales y de acompañamiento. La garantía de una excelente atención está casi asegurada.

Sin embargo, sus precios -como media 1 800 euros al mes- duplican la pensión media de jubilación y casi triplican la de viudedad. E, incluso, superan los salarios de un buen número de españoles. Acudir a estos servicios de forma privada resulta pues muy oneroso.

Quizás por ello, y si la ayuda pública no es posible o se retrasa sin límite, muchas familias recurren a la contratación de personal -más o menos profesional- que atienda las necesidades del mayor en el propio domicilio a cambio de un salario, casi siempre reducido.

¿Es lo mejor? En algunos casos no, pero es una solución mientras a la espera de una ansiada plaza residencial pública.

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