Los diez más y los diez menos: Ni tanto, ni tan poco

Septiembre parece el mes de las listas sobre «lo mejor y lo más» o «lo peor y lo menos» del verano. Son listas sobre asuntos diversos pero se cuelan en la vida de uno y comentario a comentario, boca oreja, logran engrosar o afinar, la característica o cualidad sobre el personaje, el alimento, el libro, el lugar, la organización, etcétera de lo tratado. Algunas de estas listas son intrascendentes, simplemente satisfacen curiosidades y distraen un rato, pero las relativas a la salud, los hábitos saludables, los alimentos recomendados, por ejemplo, si se las toma como válidas y se actúa bajo su mensaje sin verificar su veracidad pueden ocasionar en las personas influenciadas por ellas, más de un disgusto. Antes de asumir como válidos determinados consejos para, supuestamente, mejorar la salud y el bienestar e incorporarlos como hábitos a la vida cotidiana: tipos de dietas, tablas de ejercicios, horas de descanso, etcétera, es preciso consultarlo con el médico, o la enfermera, o el trabajador social sanitario, del centro de salud. 

Cada vez más, en todas las cabeceras de diarios y revistas, programas de entretenimiento, es posible encontrar listas referidas a «los diez» o a «las diez», más, o menos, los que sea: alimentos sanos, vestidos elegantes, hoteles selectos, coches cómodos, limpiadores efectivos y una ristra de elementos y cualidades. Los mejores o los peores, se insiste, siempre los son según la opinión de quienes elaboran dichas listas. La opinión es libre y cada cual atesora la suya pero eso no convierte a determinadas opiniones en conocimiento, o en verdades, solo son opiniones sin más. 

Muchas de las listas publicadas en uno o en otro sentido, se elaboran a partir de las grandes subjetividades, a veces,  además sobre grandes intereses, de quienes las deciden y publican. Es un hecho que la mayoría de estas listas carecen de la ficha técnica de la investigación, si la ha habido. Lo subjetivo es la antípoda del método científico y sin ficha técnica, la publicación de la lista carece de valor más allá de conocer la opinión de quienes la elaboran y publican. 

Las listas se han colado en los contenidos de prensa diaria, magazines periódicos y a través de ellos en nuestra cotidianeidad, pudiendo, entonces, contaminar la cotidianeidad de las personas con quienes nos relacionamos. Así se construyen leyendas sobre asuntos cuya realidad, cuando  se estudian dentro de los principios y procedimientos del método científico, dista mucho de lo publicado. Es un acto de prudencia sana, evitar tomar estas «listas» al pie de la letra. 

Si bien es fácil conocer los diez jugadores de futbol que más goles han sumado, o las diez corredoras de maratón que más maratones han ganado, o los diez equipos de básquet que más ligas han ganado, resulta muy osado hablar de las mujeres más elegantes, como es osado hablar de las más tronadas. Los primeros ejemplos son datos medibles objetivamente, solo se debe sumar y ordenar de mayor a menor. Pero allá donde entran las subjetividades, como la belleza, la elegancia, los más y los menos son consensos entre unos cuantos. Todas y todos, cuando optan por un modelo para la alfombra roja, verde o salmón, piensan en que es elegante, les favorece, es original, por tanto, quien puede decir que como el vestido de fulana de tal le gusta, la fulana de tal se convierte en la más elegante, o viceversa, en todo caso lo será para él. Crece la costumbre de calificar algo en función de una sensibilidad personal y proyectarlo sobre el objeto. Así es distinto decir «tal señora, tal señor, me gusta como viste» a afirmar que «tal señora o tal señor son los que mejor visten». Y ya puestos, sustos viendo a «las más elegantes», los hemos sufrido todos.