Blog de Dolors Colom Masfret. Plusesmas.com
Directora Científica del Master Universitario de Trabajo Social Sanitario. Estudios de Ciencias de la Salud. Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Profesora asociada del Grado de Trabajo Social. Universidad de Barcelona (UB). Directora de la revista Agathos, atención sociosanitaria y bienestar.
«Si fuera la madre de tu novio también estaría feliz, pero soy la tuya… me voy preocupada»
sábado, 25 de marzo de 2017
Lo que sabe una madre cuando sabe... sabe más por ser madre que por todos los títulos acumulados a lo largo de su vida. Esta es la historia de una madre y su hija que llevaban tiempo sin verse, unos años. Es cierto que las comunicaciones hoy han empequeñecido el mundo y la sensación de distancia se alivia con la voz, la letra, incluso con la imagen en pantalla y así es como ellas mantenían su comunicación y contacto. Sin embargo, con el paso de los días, ello se hizo insuficiente y las ganas de abrazarse provocaron pequeños movimientos que culminaron con el gran movimiento posibilitador del encuentro. Después de varios intentos fallidos, la madre logró organizar su agenda de acuerdo a la de su hija que se encontraba en las antípodas según el meridiano de Greenwich y en el hemisferio opuesto según los paralelos al círculo del ecuador. La madre compró los pasajes de los diferentes aviones y después de casi treinta y cinco horas de viaje salpicadas de escalas, pudo abrazar a la niña que hecha toda una mujer, años atrás se había independizado, enamorado, emparejado y, decía que hoy llevaba vida propia. O eso le parecía. La madre vio todo lo contrario a los pocos días de estar con ella.
La vida de Ana, así se llama la hija, vista a través de Skype o leída en el WhatsApp parecía transitar en un paraíso o próxima a él pero, frente a frente, en vivo, resultaba menos apasionante. De la misma manera que la pareja de moda fotografiada para su revista oficial aparecen como dos adolescentes y pillados a plena calle en su berenjenal cotidiano y sin focos, aparecen como son, la madre se encontró a la hija sin los focos y en toda su realidad diaria que empezaba muy, muy, muy temprano; a primerísima hora cuando el gallo empezaba a cantar. A la par, el novio, pobrecito él, tan ocupado en sus cosas, un misterio para la madre, no podía poner los pies en el suelo antes de las diez de la mañana. Él era el hombre que pensaba todo y la hija la mujer que lo hacía todo. Así que cuando él despertaba ella le preparaba su delicioso desayuno orgánico y energético para afrontar el duro día. Bien alimentado el novio empezaba su jornada.
Los primeros días, la madre no daba importancia a los hechos tomándolos como ocasionales, pero viendo que no era cosa del momento si no toda una costumbre instaurada en la casa de la hija, empezó a prestar atención a los detalles, esos que no se ven en la euforia amorosa pero que se convierten en colchones de púas cuando los ojos que miran ven en la unión, más la conveniencia que amor en el sentido más complejo de la palabra.
En la casa de al lado vivía otra pareja, él Tony y ella Maria de la O. El esquema familiar era el mismo, María de la O asumía el peso de todo y Tony aparentaba preocuparse y ocuparse minuciosamente de los castillos en el aire. Tony y el novio de Ana, pasaban juntos parte del día, dedicados a sus ocupaciones, esas que, a la madre de Ana le resultaban un misterio. Unos días antes la madre de Tony había visitado a su hijo y Maria de la O. Y dijo irse feliz de ver lo bien atendido y bien cuidado que estaba Tony. Ana reprochó a su madre que no estuviera contenta de verla cómo vivía. Y lo hizo mencionando a la madre de Tony estaba muy feliz de ver cómo vivía su hijo con María de la O. Dicho esto la madre de Ana respondió « Si fuera la madre de tu novio también estaría feliz de ver lo bien atendido que está, pero soy tu madre... y me voy preocupada».
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