Al mal tiempo, buena cara

Tengo la debilidad de, en épocas problemáticas, en momentos de desánimo, darme caprichos compensatorios a modo de terapia. Por ejemplo, si estoy triste, tomo un poco de chocolate negro. Pues bien, si el mes pasado decía que voy a cuidarme, objetivo de amplio alcance, este mes me he propuesto estar no sólo en forma sino también "monísima". Difícil reto.

Empiezo por decir que  no soy aficionada a las dietas, ni sufridora de gimnasio, aunque desde que me hice "mayor" me han sobrado dos kilos justo ahí. Los odiaba por antiestéticos pero los amaba como parte de mí. Y resulta que, casi sin darme cuenta, poco a poco, he ido perdiendo los "rollitos de primavera" que adornaban mi cintura. ¡Se han esfumado! ¿Cómo?

 Estaba un poco sorprendida por lo que me estaba pasando porque no había dejado de comer: soy incapaz de no satisfacer ese apetito desaforado que me entra diariamente a las 14 h. Pero el misterio tiene explicación: he cambiado ligeramente ciertos hábitos. Procuro comer sano (hay que informarse bien de lo que eso significa), no ceno mucho y, como nos recomiendan los especialistas, llevo una vida más activa: al trajín diario le he añadido más paseos, natación y, de vez en cuando, sesiones cortas de bicicleta estática, con la otra no me atrevo.

Al menos, he comprobado que se puede espantar el fantasma de un cuerpo  cuadrado, al que parece que estamos condenadas muchas mujeres  hispanas de cierta edad.

Lo bueno de este "nométodo", que conocemos de sobra y al que no le hacemos caso, es que es  sencillo, barato y efectivo. Pero lo mejor es que te encuentras bien.

Lo de "monísima", es cuestión de pintarse un poco más el ojo para realzar una mirada única en un "body" feliz. 

Esta es mi experiencia, a mí me va. Pero, como dice la publicidad, consulte a su médico.