Cuerpo a cuerpo

Me explico, no se trata de una lucha violenta si no de un encuentro feliz: cada verano, siento la necesidad de fundirme con la Naturaleza: mar y montaña. Cada día de vacaciones, intento reservar un rato para disfrutar de esta cita anual. Y cada noche, contemplo el cielo, siempre diferente, siempre espectacular. 

Cantan las cigarras. Abandono el espagueti y la fregona para recargar pilas. Incluso aparco el ordenador y la lectura del libro más interesante. Me olvido de todo lo que me preocupa y no cabe en un periódico.

Con los seres queridos en la mente, nunca los abandono, vuelvo a mis ancestros que probablemente adoraban al Sol y amaban a la Tierra y al Mar. Tal vez, tuve antepasados balleneros de los que peleaban casi cuerpo a cuerpo con el gigante marino, durante horas, y respetaban las aguas que les daban de comer. Tal vez, mis remotos abuelos descubrieron una mina de frutas preciosas... Tal vez, por muchas razones, soy heredera de un compromiso familiar arcaico de agradecimiento y admiración por la Naturaleza que se renueva cuando llega  el verano. Estoy segura de que no soy la única.

Hace calor, tremendo calor, a la sombra del árbol de la vida, la Madre Tierra acaricia mi pobre montón de años que se resiste a envejecer.

Que nada turbe estos breves momentos de placer, que no atrapen mi atención tareas a las que nos entregamos en exceso, sin darnos cuenta de que nacimos también para llenarnos de la grandeza de la montaña, para bañarnos en olas de plata y ríos de jade, para vestirnos de sol y perfumarnos con jazmín y lavanda...Placeres de dioses al alcance de todos: son gratis.  No los dejemos pasar..., si es posible. Duran poco, al menos en mi entorno. Volverán dentro de un año, con otro verano, pero...