Después de los 90… ¡Empieza la aventura!

Este invierno que acabamos de dejar, mi amiga Marisol estuvo unos días de vacaciones en Cancún con su familia... ¡Qué envidia!

Alguien me dijo que su madre también se había animado a acompañarlos... ¿Su madre? ¿Pues no tiene 95 años? ¡Qué valiente!

Nos pareció una decisión entre osada y admirable, aunque su salud fuera buena y en el grupo hubiera tres médicos dispuestos a resolver cualquier problema. Pero no hizo falta: se sentía muy arropada, y la felicidad es el mejor "curalotodo".

Cuando volvieron, Marisol nos ilustró con fotos una historia real maravillosa: su madre aparecía guapísima, con una cara de satisfacción indescriptible, bañándose en el delfinario del hotel rodeada de delfines a los que acariciaba y ofrecía alguna "chuche", autorizada, que los enormes cetáceos agradecían aplaudiendo y dándole besitos.

Me imagino la emoción de sentirse tan cerca de esos seres tan escurridizos como inteligentes, la sensación nueva de tocar su piel acerada, de escuchar su jerga...

Las imágenes nos impactaron pero sobre todo nos proporcionaron una lección de vida: Soledad de Lis disfrutó del clima dulce, del paisaje, del mar turquesa, de los zumos de frutas bajo una palmera, de la compañía de sus hijos y nieto... del paraíso. ¡Qué suerte! Su hija, toda la familia, se emocionan cuando recuerdan los momentos de dicha que la han proporcionado y que han compartido. Porque en esta vida hay que arriesgarse para obtener recompensas inolvidables. 

Soledad superó el  largo viaje con la satisfacción de los aventureros que han descubierto otro mundo y preparan ya la siguiente escapada: "Hija, hay que empezar a ahorrar para volver el año que viene".

Para los que se encierran en el pasado, temen el envejecimiento, se hunden en las sombras sin una verdadera causa, ella es un espejo de ilusión y vitalidad.

¡Gracias por esa energía contagiosa! A mí me ha salpicado. 

Isabel García Olasolo