Revivir

La Naturaleza me obsequia una vez al año con la sensación de volver a nacer ... cargada de experiencias. Me encanta la primavera. Y es que necesito la luz temprana del sol y el azul virgen del cielo y el verde limón de la hierba nueva para sentirme más viva. Tengo envidia de las hojas que pugnan por salir de una rama acartonada, de las flores sin nombre que brotan en cualquier esquina... ¡Quién pudiera ser árbol cada abril! 

Presiento que mi fuerza y mi capacidad de ser feliz acabarán desgastadas algún día y que, algún día, no podré hundirme en las entrañas de un bosque para llenarme de jaras y tomillo, para contemplar desde la montaña el poderoso vuelo de los buitres y el vals de las cigüeñas... Por eso me pregunto en cada paseo cuántos me quedan...

El drama y el privilegio de cumplir años no es que llegues a los cien con los huesos cansados de sostenerte, es que el alma siga joven en una carcasa amenazada.

Hoy llueve agua fina que barniza los campos, los pájaros cumplen órdenes y pían machacones una oda a la vida. Aprendo...

Hoy me he quedado observando a mis nietos unos minutos... crecen llamativamente, cambian de forma, de expresión, de mirada... Hay quién se está convirtiendo en crisálida con ansias de volar. Su primavera infantil es un derecho en forma de sueño dulce y profundo que los transformará, año tras año, en hombres y mujeres. La mía, un precioso regalo. Nada más... ¡Y nada menos!