En clase de Gimnasia

Mis fuentes de información -aún algo desfasadas y no siempre fiables-, acaban de confirmarme que la gimnasia que se practicaba en los colegios allá por los año 60 y 70 era la conocida como «sueca». Si no lo dicen entonces, hubiéramos pensado que era una broma, porque lo único que sabíamos sobre el tema era lo de «hacerse el sueco», que creo que mucho no tenía que ver con el asunto que ahora estamos tratando .

En todo caso, según la prestigiosa web «salud.ccm», «el sistema de gimnasia proveniente de Suecia propone la práctica combinada de varios ejercicios diseñados para ejercitar las distintas partes del cuerpo de una manera delicada y armoniosa. Además, este sistema propone combinar el esfuerzo físico con la música». ¿Seguro que la «gimnasia sueca» consiste en esto? Pues si es así, no me suena para nada que en mi colegio hiciéramos algo que tuviera que ver con la delicadeza, la armonía y mucho menos con la música. Eso sí, lo de ejercicios con las distintas partes ya me suena algo más.

En cualquier caso, dando todo esto por bueno, he decir que a mi profesor de Gimnasia, un francés afincado en España que cada vez que hablaba nos recordaba a Georgie Dann, también le gustaba que hiciéramos un poco de «atletismo básico», o sea, dar vueltas al patio corriendo, saltar como buenamente podíamos, y algo de «gimnasia artística», que esencialmente consistía en «salto de potro», «salto de plinto» y «hacer el pino», aunque esta disciplina creo que aún no es olímpica.

Mucho más tampoco se nos podía pedir, habida cuenta del equipamiento gimnástico con el que contábamos. A saber, camiseta de tirantes blanca como las que llevaba mi padre en invierno, pantalón corto tipo Meyba y bambas blancas de tela, que por lo visto, según nuestras madres, era el único calzado deportivo que existía entonces. Así cómo no íbamos a hacer «gimnasia sueca», que requería moverse poco del sitio y, además, era algo muy armonioso y delicado.

José Molina