Historia de España (y IV): De los Reyes Católicos a Carlos V
Como todos los años, en Historia de España, comprobábamos con fehaciente certeza que se acercaba el final del curso y aún nos quedaba mucho por dar. Y es que, entre unas cosas y otras, el tercer trimestre lo habíamos dedicado casi en exclusiva a ensalzar las muchas virtudes de los Reyes Católicos, a cuya actuación tanto le debía este país. Así, no habíamos dejado detalle sin tocar de la unificación de Castilla y de Aragón, de la Reconquista, que había conseguido que musulmanes y judíos tuvieran que ventilárselas fuera de nuestro país, del descubrimiento de América, gracias a su generoso patrocinio, y de tantas y tantas hazañas más.
Así que, a partir de ahí, el profesor de historia empezaba a correr que se las pelaba, con el inútil objetivo, como ya habíamos podido comprobar en años anteriores, de que aprendiéramos todo lo que quedaba, que no era moco de pavo, de nuestra historia, aunque fuera hasta la Guerra de la Independencia, que también tenía su miga. Pero ni por esas. Si acaso, y con mucho esfuerzo, volvíamos a quedarnos colgados en Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, o sea, Alemania, con el que, y a eso sí que le dedicaba mucha retórica, el Imperio español había alcanzado su máximo esplendor. No en balde, este buen monarca, listo como él solo, había logrado que nuestra bandera ondeara en tierras de Europa y de América.
¡Qué maravilla!, nos decíamos entonces, ser los número uno en el mundo entero y tener posesiones y riquezas en medio mundo. Y no como ahora (por entonces) que, para llegar a fin de mes, muchos debían emigrar a Alemania, que -pensábamos nosotros con buen criterio- seguro que está aprovechando para vengarse de nosotros. En fin, y con tanto esplendor y tanto Imperio brillando en el mundo, la clase de Historia de España llegaba a su fin; no por nada, sino porque el curso había terminado y ahora tocaba aparcar los libros y disfrutar de las vacaciones.
Eso sí, el profesor siempre nos dejaba a modo de moraleja que, de todo lo aprendido, se podía sacar la brillante conclusión de que España había llegado a ser una nación "una, grande y libre", como bien se aireaba a bombo y platilla. De las dos primeras cualidades no parecíamos tener duda, pero ¿y de la tercera? Lo de "libre" no lo veíamos por ninguna parte. Sería quizá que se estudiaría más adelante, en esa parte de la historia que nunca llegamos a dar.
[José Molina]
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