El matrimonio, para toda la vida
Entonces no era posible casarse solo por el juzgado, sino que había que hacerlo por la Iglesia, y el divorcio no existía.
La mujer dejaba de trabajar fuera de casa en cuanto contraía matrimonio y pasaba a ser un ama de casa, cuya expectativa eran los hijos y el hogar.
Muchos matrimonios eran felices, pero los que no lo eran estaban abocados a continuar así para siempre.
La vida familiar era, como sigue siendo aún hoy, fundamental en nuestro país.
El hombre era el cabeza de familia y la mujer no podía disponer del dinero sin el consentimiento del marido. De hecho, la mujer pasaba de vivir bajo la tutela del padre a vivir bajo la tutela del esposo. Algunas mujeres no se casaban, ya fuera porque no tenían oportunidad, o porque preferían mantenerse libres ejerciendo su profesión, normalmente como maestras, enfermeras o secretarias.
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