El mito de la suecas
A mediados de los sesenta, en las playas se veía a jóvenes extranjeras con unos atuendos y unos hábitos sociales y culturales radicalmente distintos a las de las españolas. No importaba que fueran francesas, alemanas, inglesas, danesas... Todas las extranjeras desenvueltas, todas las que procedían de más arriba de los Pirineos, eran consideradas «suecas», y pronto surgió entre los hombres el mito de que con ellas era fácil tener relaciones sin compromiso, aunque esos mismos hombres esperaban que sus mujeres españolas hubieran nacido para hacer las labores del hogar y tener hijos, es decir, para ser «el reposo del guerrero».
Pero el cambio estaba en marcha. Las propias mujeres se miraban en las bonitas y gráciles «suecas» y se daban cuenta de que la higiene diaria y el arreglo personal no tenía por qué ser propio de mujeres «de vida alegre». Era hermoso cuidarse y ser atractiva. ¿O acaso qué no tenían ellas que tuvieran las «suecas»?
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