Ir a la moda. ¡Uf, qué lío!
Para ser sincero, si, por lo que fuera, pudiera acceder a la «máquina del tiempo» y viajar hasta los años 60 o 70, no sé muy bien qué tipo de ropa tendría que llevarme para ir a la moda, sobre todo porque, especialmente entre los más jóvenes, había un cierto batiburrillo que hacía que no se supiera muy bien por dónde ir. Y eso sobre todo en la década de los 60, ya que en la de los 70 parecía que el «fondo de armario» estaba más claro.
Cuando eras un niño, la cosa desde luego se simplificaba bastante, entre otras cosas porque lo de «ir a la moda» sinceramente «importaba un comino» -expresión muy al uso en aquel tiempo, que luego fue derivando a bledo, carajo... y otras lindezas que ahora no es menester reproducir-. En todo caso, en lo que a chicos se refiere, que es el tema que más domino, en el «vestuario básico» no podían faltar, por ejemplo, suéteres o jerséis de rombos con coderas, chalecos de idéntica textura, pantalones largos con rodilleras solo en invierno, ya que el resto del año era «obligatorio» usar cortos, trenca, verdugo y unos buenos zapatos Gorila, que en época estival eran sustituidos por las cómodas Bamba.
En lo que a chicas respecta, debo remitir mis opiniones y recuerdos a lectoras con memoria intachable, aunque sí me acuerdo, por ejemplo, de la «calentita» bata de Boatiné, las faldas de cuadros escoceses, no demasiado cortas, eso sí, los bonitos suéteres de cuello vuelto, alguna rebeca de ochos y, por supuesto, cómodos zapatos con hebillas, a ser posible doradas, que lucían mucho más.
Pero el lío viene ya durante la adolescencia y la juventud. Ahí sí que ando algo perdido. Recuerdo, eso sí, que lo de la moda hippy nos había tocado muy de refilón y que pocos eran, por tanto, los que osaban vestirse de aquella guisa, que bien, lo que se dice bien, no estaba vista, y prendas que poco a poco fueron siendo de uso habitual. Entre las masculinas, por ejemplo, no podían faltar los famosos pantalones campana, cuyo ancho iba yendo en progresión, las camisas floreadas, siempre con cuellos de largo descomunal, corbatas con nudos no menos descomunales, los chalecos bien ajustaditos y zapatos de tacón generoso, que siempre añadían un poco más de altura. ¡Ah!, y pelo frondoso, patillas largas y mostacho bien surtido.
En cuanto a las jóvenes, debo necesariamente que remitirme a las mismas lectoras de antes. No obstante, dejando al margen la controversia de la minifalda, que algo empezó a disiparse a partir de que Massiel ganara Eurovisión, podría redundarse en lo de los pantalones campana, camisas floreadas y chalecos ajustados, pero notablemente más largos, faldas de cuadros o estampadas igualmente largas y zapatos o botas de tacón o plataforma de altura notable.
Me permito un breve inciso para resaltar el interés que había por el ancho y alto «descomunal», que debía formar parte de la moda al uso.
En fin, de lo que sí me acuerdo con meridiana claridad es de las prendas y accesorios que solían llevar aquellos que entonces, como también hoy, se conocían como «pijos» y cuya principal seña de identidad eran los polos Lacoste, de todos los colores posibles, y por supuesto los zapatos Castellanos, con flecos incluidos, que solo podían adquirirse en tiendas exclusivas, acompañados, en el caso de las chicas, con bolsos de idéntica naturaleza.
Por supuesto, la llegada de los 70 fue simplificando gustos y modas. Su descripción nos llevaría excesivo tiempo, así que, si alguno quiere refrescar su memoria, basta con que eche mano a la videoteca y vuelva a ver alguna serie o película de aquellos años, que no dejan lugar a la duda.
PD
Debo disculparme por mis limitaciones en cuestiones de moda, pero sin duda ayudará a que cada cual abra su propio armario y recuerde qué se ponía en aquellos años para ir «a la última» o simplemente para estar guapo/a.
José Molina
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