Los Mayos

Entre finales del mes de abril y comienzos de mayo -lo más tradicional es la noche del 30 de abril al 1 de mayo-, en casi todas las regiones españolas, aunque con especial arraigo en muchas localidades de ambas Castillas, se celebraban con gran entusiasmo, y aún se siguen celebrando, Los Mayos, una fiesta primaveral, por lo general en honor de la Virgen, ya fuera la de la Estrella, la del Rosario o la de Criptana, que inundaba de música, baile y diversión allí donde se festejaba, y hasta de juegos y cucañas, en algunos lugares; y sin olvidar, por supuesto, los sabrosos «Hornazos» dulces, típicos de La Mancha, a los que no podían faltarle la harina, la canela, la leche de oveja y el huevo, para quien quisiera coronarlos con un buen adorno.

Ataviados con los llamativos y preciosos trajes regionales, los mozos y mozas eran los más entregados a esta festividad más lúdica que religiosa, que tanto colorido y alegría llevaba por calles y plazas, especialmente cuando las rondallas las recorrían interpretando canciones tradicionales, convenientemente acompañados de sus bandurrias, guitarras y laúdes.

Pero lo que con mayor devoción esperaban los jóvenes era lo de rondar los chicos a las chicas, ya fueran solteros o casados, casadas o solteras, que lo de ponerle a la fiesta un poco de coqueteo y de ardor amoroso, de picardía que entonces se decía, no solo no estaba mal, sino que encendía todavía más aquella hermosa noche de finales de abril, que, hoy día, en muchas poblaciones ha pasado de ser simplemente de interés local a «de interés turístico».