Manuel Fraga: ¡Operación Palomares!
El 17 de enero de 1966 nos sacudió la alarmante noticia de que un bombardero (B-52) y un avión cisterna (KC-135) de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos habían colisionado en el aire, justo cuando sobrevolaban la costa de Almería, exactamente en el espacio aéreo de la localidad de Palomares. Lo malo no era solo eso, sino que, al parecer, el B-52 transportaba cuatro bombas nucleares, dos de las cuales se habían roto en pedazos, desplomándose algunos de ellos al mar, con el consiguiente peligro radioactivo que ello podía provocar.
El susto, como es de imaginar, fue mayúsculo y, aunque inmediatamente se nos comunicó que no había peligro alguno para la población, el lamentable incidente nos dejó con la mosca detrás de la oreja. Por eso, y para que la sensación de miedo no se propagara, el entonces ministro de Información y Turismo, D. Manuel Fraga Iribarne, no tuvo mejor ocurrencia que comparecer en bañador, el 7 de marzo de 1966, ante los medios de comunicación nacionales e internacionales para darse un chapuzón en la playa donde se había producido el incidente aéreo, junto al embajador de EE UU, Angier Biddle Duke.
Por descontado, aquella intrépida aparición playera de Don Manuel, en pleno invierno, a lo "superhéroe", resultó casi más impactante que la colisión de los dos aviones en el aire, pero, por lo que se ve, era la única manera de hacer ver a los españoles que todo aquel incidente solo había sino un pequeño contratiempo, y que de los pedazos de las bombas caídos al mar y de los peligros radioactivos, nada de nada. El agua de la playa, como él y el embajador estadounidense bien pudieron comprobar en primera persona, estaba limpia y saludable, e incluso algo más calentita si cabe. ¡Vamos, en su punto!
A pesar de aquella esperpéntica escenificación, los rumores sobre todo lo sucedido no dejaron de propagarse durante largo tiempo, y hasta hubo protestas de los vecinos de la localidad, quizá porque todo nos parecía demasiado surrealista como para ser verdad. Incluso hoy día, cuando parece demostrado que, en efecto, no hubo ningún peligro radioactivo, hay quien sigue creyendo que algo nos ocultaron. ¿No sería quizá que Don Manuel se había engullido los trozos de bomba para que no hubiera rastro de ellos?
[José Molina]
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