Oficios para el recuerdo: serenos y afiladores
Si lo contamos a los chiquillos de ahora no se lo creen: pocos tenían la llave del portal de su casa. Normalmente, el cabeza de familia, y a menudo se guardaba en casa. Durante el día, el portal permanecía abierto, ya que había portero o portera en prácticamente todas las casas. Cuando por la noche este cerraba, el portal solo podía abrirlo el sereno, a quien se llamaba dando unas palmadas. Los serenos pasaban haciendo tintinear su manojo de llaves para avisar de su situación, y daban las horas y el tiempo. «¡Las once y sereno!», exclamaban, por ejemplo. Los serenos llevaban porra y un silbato, y estaban también para mantener el orden en la oscuridad de la noche.
El afilador, en su bicicleta o motocicleta desvencijada, también era un personaje extraño para las mentes infantiles. Tocaba una especie de pequeña flauta de Pan con la que anunciaba su llegada. Las madres bajaban con los cuchillos y las tijeras que no cortaban bien, o mandaban a los muchachos, a quienes daban unas monedas para compensar al hombre por su trabajo.
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