¡Que viene el guarda!
Aunque algunos no se lo crean, a veces echamos en falta a aquellos guardas que había en muchos parques españoles, cuya catalogación oficial era, por lo visto, la de Guarda Jurado y que se encargaban de velar porque en ellos no hubiera altercados, actos de vandalismo o comportamientos indecorosos. En realidad, se encargaban de que nada se «saliera del tiesto», entendiendo por «salirse del tiesto» no solo que no hubiera peleas y que no se atentara contra los bienes públicos, sino también, por ejemplo, que no se pisara el césped y que las parejas procuraran besarse con moderación, y nunca a la vista del público. En fin, que el parque fuera un remanso de paz y buena conducta.
Al menos en el parque que yo frecuentaba de pequeño, el del Retiro de Madrid, los guardas que solían pulular por él y que podían aparecer en cualquier lugar y momento, lo que a veces hacía sospechar que fueran camuflados, llevaban un inconfundible uniforme de paño marrón -quiero recordar-, con distintivos rojos en pecho, cuello y puños, y una bandolera marrón con una placa bien visible, que dejaba constancia de su autoridad en aquel lugar. De hecho - quiero recordar también- su acreditación le permitía sancionar a quien cometiese cualquier infracción.
Fueran cuales fueses sus competencias, lo cierto es que ya su sola presencia causaba verdadero pavor, de tal modo que, aun estando tranquilamente sentado en un banco degustando cualquier agradable mañana de domingo, si lo veías acercarse hacia ti, tú mismo empezabas a sospechar de que el simple hecho de estar sentado sin decir nada ni molestar a nadie podía ser objeto de «conducta impúdica».
Nunca fue el caso, todo sea dicho, pero lo que era evidente es a aquellos guardas les bastaba y sobraba con un uniforme, una placa, un bastón y, en algunos casos, una escopeta de postas cargada con perdigones, para imponer el orden allí donde velaban por su seguridad. Y no digo yo que lo de volver a meternos en miedo en el cuerpo sea conveniente, pero ¿no es cierto que a veces nos gustaría que detrás de un árbol del parque al que solemos ir no apareciera de pronto un guarda para que impusiera un poco de civismo? Hay que ver los efectos que produce a veces lo de echar la vista atrás y que no te dé un tirón en el cuello...
José Molina
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