Los primeros coqueteos
Igual que de niños no jugábamos juntos, cuando nos hacíamos mocitos, los chicos y las chicas tampoco nos mezclábamos. La vida era muy distinta y las costumbres, también.
La religión tenía mucha influencia: nunca dejábamos de besar el anillo del señor cura cuando lo veíamos y, por ejemplo, si los chicos no iban a misa, los castigaban haciendo lo que ahora se llamarían «trabajos comunitarios», como plantar árboles, por ejemplo.
Eran otros tiempos, mucho menos permisivos en todo. Y se vigilaba muy de cerca el comportamiento de los jóvenes para que no se «descarriaran». Especialmente en los pueblos, donde es casi imposible hacer nada sin que se entere todo el mundo.
A pesar de eso, teníamos nuestros momentos de diversión, cómo no: los bailes en las fiestas, algún que otro guateque... Intentábamos aprovechar todas las oportunidades que se nos presentaban para relacionarnos entre nosotros.
Una imagen típica de domingo en el pueblo era el grupo de chicas de paseo por la carretera y los chicos, detrás. Nosotras aprovechábamos para comentar, divertidas, si nos gustaba ese, si parecía que nos miraba mucho aquel... Estábamos en edad de coquetear y así lo hacíamos, aunque tuviéramos claro que la iniciativa siempre tenía que partir de ellos.
Y cuando te «echabas novio formal», que a veces era muy pronto, no te librabas de la vigilancia, más bien al contrario: tenías que tener cuidado con las muestras de cariño, porque un beso inocente en público podía suponer un buen disgusto.
¡Qué cosas! ¡A veces, parece mentira que hayamos vivido esa vida...!
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