Mi primer coche
Fue el primer coche que tuvo mi padre, un Dauphine Renault. Nunca habíamos tenido un coche propio hasta entonces. En casa fue toda una fiesta: ¡por fin un coche! Corrían los dorados años sesenta y los trabajadores empezaban a poder disfrutar de un utilitario..., de segunda mano, por supuesto.
Con sus tres marchas, su velocidad punta superaba por poco los 100 kilómetros por hora. Era la época en la que cuando alguien circulaba a mucha velocidad se decía que «¡iba a cien por hora!». Y no era para menos, a esa velocidad se había matado James Dean. En un Porsche , eso sí, no en un Dauphine.
Lo llamaban el coche de las viudas porque al pesar poco la zona frontal y llevar motor trasero, solía dar vueltas de campana o irse en las curvas. Pero mi padre llevaba en el maletero dos grandes piedras y la herramienta de trabajo, y ya podías correr ?a 80 kilómetros por hora, más no los alcanzaba? que aquello iba clavado al suelo. Aquel coche fue todo un lujo.
Significó poder ir a la playa, de excursiones..., soñar con conducirlo algún día... ¡Incluso por algún circuito de carreras! Nunca se estropeaba. Y cuando en invierno no arrancaba por el frío, llevaba una manivela que con dos vueltas el motor se ponía a cantar. No llegué a conducirlo aunque por poco, ya que el coche nos duró casi veinticinco años.
Al final hubo que jubilarlo: cuando se le rompió la dirección. Afortunadamente no nos pasó nada a ninguno. ¡Es que con aquellas velocidades que alcanzaba!
Manuel F. (1958)
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