Seat 850 Coupé: el «superdeportivo»
El Seat 600, el 850, el 127 e incluso el 1500, aunque este parecía más bien destinado a taxis, el Renault 4, 6 y 8 -antes Gordini-, el «dos caballos», o sea, el Citroën 2CV, y el BMW Isetta, también conocido como «el huevo», eran desde luego los coches que con mayor frecuencia podían verse circular por nuestras calles y carreteras, así que ya estábamos bastante habituados a ellos. Pero, ¡oh sorpresa!, de pronto un día descubrimos que había un coche nuevo con aspecto de «superdeportivo», aunque a escala miniatura, que nos dejó alucinados. Se trataba ni más ni menos que del ¡Seat 850 Coupé!, un vehículo de diseño moderno y «aerodinámico», que empezó a venderse en 1968, y que enseguida supusimos que debía costar un riñón y parte del otro.
Para hacerlo todavía más «molón», tenía solo dos puertas, dos plazas y podía alcanzar los ¡140 km/h! ¡Qué pasada! Desde luego, muchos chavales pensamos en aquel momento que, en cuanto nos hiciéramos mayores, tuviéramos carnet de conducir y un poco de dinero -demasiados requisitos eran esos- lo primero que haríamos sería comprarnos un Coupé, sobre todo porque seguro que con él se ligaba un montón, más desde luego que si conducías un Seat 600 o un Gordini, y además el que lo conducía debía sentirse como «el rey de la carretera».
Estaba claro que a ver grandes coches deportivos no estábamos muy acostumbrados, así que era más que razonable nuestra reacción al Seat 850 Coupé. Bueno, pero ahí no queda la cosa, porque, ¡oh sorpresa de nuevo!, al poco tiempo comprobamos que había un coche similar, pero aún más sofisticado: el Seat 850 Sport Coupé, de modo que nuestros sueños juveniles tuvieron que actualizarse de inmediato. Y más aún cuando a este otro se añadió el Seat 850 Sport Rider, que además era descapotable, o sea, lo más de lo más.
¿Después de este -debimos imaginar- es posible que hubiera un vehículo más alucinante? El tiempo se encargó pronto de aclarar esta duda razonable, con la única variante de que, cuando muchos nos hicimos mayores, nos sacamos el carnet de conducir y tuvimos algo de dinero, nuestro sueño infantil se quedó en nada, porque a lo más que pudimos aspirar algunos fue a comprarnos un Renault 8 de segunda mano, que por lo menos nos sirvió para comprender que, en efecto, la belleza «está en el interior».
José Molina
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