CARTAS DE UNA DESCONOCIDA (II)

A Sara Montiel

A Sara Montiel

Querida Sara:

Sé que llego muy tarde y que debía haberte escrito mucho antes. Te pido perdón por ello. Pero no tuve valor de hacerlo o quizá es que me daba mucha vergüenza. Ahora sé que va a ser difícil que leas esta carta, porque falleciste en 2013, pero nunca se sabe. Yo que soy muy religiosa y creo en los milagros pienso que a lo mejor, cuando la envíe por correo, quién sabe si hay algún ángel por ahí que me hace el favor de dártela en mano. Bueno, sé que suena un poco ridículo, pero he visto que pasan cosas así en las películas, así que por qué no pensar que pueda hacerse realidad. También intenté saludarte alguna vez que otra vez cuando iba a los estrenos de algunas de tus películas, pero siempre había tanta gente a tu alrededor, que no había manera de acercarme a ti para presentarme y decirte lo mucho que me habías gustado siempre y que había seguido a toda tu carrera, incluso en los últimos años cuando yo creo que, con perdón, la cabeza se te había ido un poco.

De todas formas, tarde o temprano necesitaba hacerlo. Sobre todo por mí, porque no ha habido nunca una actriz que me haya gustado tanto como tú y por la que haya sentido tan admiración. Y además desde hace mucho tiempo. En realidad, creo que me quedé prendada de ti la primera vez que te vi en una película. Me acuerdo perfectamente. Fue en las Navidades de 1948. Acababa de casarme en el pueblo y mi marido y yo decidimos irnos a Madrid de viaje de novios, como hacían entonces muchos recién casados. Así que, paseando un día por el centro, vimos que en el cine Rialto ponían «Locura de amor», que se había estrenado hacía solo un par de meses y había tenido mucho éxito. Además, la protagonista era Aurora Bautista, que era una de las actrices más famosas de la época y que, según decían, lo hacía muy bien interpretando a la reina Juana. Decidimos entonces entrar a verla, porque justo empezaba la sesión de la siete. Como, además, antes ponían el NO-DO, pues nos daba tiempo para verla empezar. La verdad es que no salías mucho en la película, pero cada vez qué aparecías, ¡madre mía, qué guapa estabas! A mí me dejaste sin habla, pero también a mi marido casi se le cae la baba. Yo creo que hasta me puse un poco celosa, porque fue verte y quedarse mudo.

Desde entonces, cada vez que podíamos íbamos a ver alguna de tus películas. Y si él no podía, aunque ganas no le faltaban, pues me iba yo sola al cine. Me acuerdo, por ejemplo, de «Pequeñeces», en la que también trabajaba Aurora Bautista, y de «El Capitán Veneno», que esa sí que la protagonizabas. Y por supuesto también vi algunas de las que hiciste en México, adonde no sé por qué decidiste irte, como «Furia Roja», «Necesito dinero» y, sobre todo, «Cárcel de mujeres», en la que estabas estupenda interpretando a Dora, una bailarina que da a luz a un bebé en la cárcel y que sufre lo más grande. Lloré a moco tendido viéndola, pero me gustó muchísimo.

Ahora, la sorpresa grande fue cuando te fuiste a Hollywood a hacer cine. Eso sí que me dejó sin respiración. Bueno, ¡y qué películas hiciste! Me acuerdo que la primera fue «Veracruz», en la que trabajabas nada menos que con Gary Cooper, que entonces era mi actor favorito, y con Burt Lancaster, que también me gustaba mucho. Se decía entonces, no sé si sería verdad, que tuviste una aventura con Gary Cooper, pero ya sabes que a veces se dicen cosas que no son del todo verdad. Tampoco me hubiera extrañado, porque hay que ver lo guapa que estabas. Allí en Hollywood también hiciste «Yuma» y «Serenade», que la dirigía Anthony Mann, un director muy famoso entonces y con el que acabaste casándote, que eso sí que fue un notición en España. Pero, a pesar de tu matrimonio, se ve que aquello con tantas estrellas famosas y tanto lío no era lo tuyo.

Seguro que por eso decidiste volver a España. Y qué bien hiciste porque si no, a lo mejor no hubieras hecho «El último cuplé», que esa sí que fue una película de las que hacían época. Y la de veces que fui a verla. La primera fue con mi marido y en un cine de la capital, y no pestañeamos viéndola. Bueno, cuando sales cantado «Fumando espero», mi marido se quedó con la boca abierta. Yo creo que nunca más volvió a cerrarla. Y esa vez sí que me puse celosa de verdad. Pero la culpa era mía por haberle llevado a verla.

Desde entonces, no me perdí una de tus películas: «La violetera», «Carmen la de Ronda», «Mi último tango», «La reina del Chantecler», «La dama de Beirut», y muchas más. Hasta vi la última que hiciste, «Abrázame», ya en 2011, muchos años después de haber dejado de hacer cine, y debo decir que me dio un poco de pena verte trabajar en una película como esa. Pero entonces ya andabas un poco

dando tumbos, y muchos te criticaban por todos los líos amorosos que te traías entre manos. A mí no me importaba, aunque me entristecía ver todo aquello. Pero, de todas formas, no se me iba de la cabeza todo lo que habías hecho antes y cuánto me habías gustado siempre. Y con esas cosas me quedo.

Por eso decidí por fin ponerme a escribir esta carta. Como te dije antes, a lo mejor ni siquiera la lees, pero por lo menos lo he intentado, aunque sea tarde. Si el milagro en el que a veces pienso se hiciera realidad, solo darte las gracias por los buenos momentos que me has hecho pasar a lo largo de mi vida, y que sepas que nunca te olvidaré.

Una fiel admiradora

 

(José Molina)

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