El «Casatschok»
Aun no nos habíamos recuperado del todo de tanto bailar «La Yenka», después de que Johnny y Charlie Kurt la trajeran desde Holanda a mediados de los 60, y va y, en 1969, el francés afincado en España Georgie Dann, que tenía todas las papeletas para convertirse en un cantante muy popular, se descuelga con el «Casatschok». ¡Madre mía, qué sofoco! Y es que, así a primera vista, parecía difícil aprender a bailar aquella canción inspirada en el folclore ucraniano y que, según parecía, era una versión de «Katyusha», una melodía soviética que se hizo muy famosa en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Fuera como fuese, lo cierto que es cada vez que se escuchaba el «Casatschok» daban ganas no solo de ponerse a bailar como un auténtico cosaco, sino también de beber una botella de vodka y enfundarse uno de esos gorros de piel que suelen utilizar los soviéticos (hoy rusos) para combatir el frío. Y por si fuera poco, la letra de la canción te trasladaba directamente a la estepa siberiana, a navegar por el Volga o ponerte a tocar la balalaica. ¿Qué no...? Pues ojo a lo que dice la letra de este tema con el que Georgie Dann puso a media España a mover el esqueleto:
Otra vez el invierno ha llegado
Otra vez el fuego hay que encender
Su rigor que se lo lleve el infierno
Nada hay, amigos que temer
Su rigor que se lo lleve el infierno
Nada hay, amigos que temer
Petruska, toca la balalaica
Como tú la aprendiste a tocar
Y al cantar los remeros del Volga
Para al fin poder todos juntos bailar
Raspati, casatschok, casatschok
casatschok, raspati,
Cuando ya la nieve cubra el llano
Cuando sientes vivo el corazón
Es contar con un vodka en la mano
Olvidar la pena y la aflicción
Es contar con un vodka en la mano
Olvidar la pena y la aflicción
Petruska, toca la balalaica
Como tú la aprendiste a tocar
Y al cantar los remeros del Volga
Para al fin poder todos juntos bailar, raspati
Oh, oh, oh, oh, ...
Otra vez el invierno ha llegado
Otra vez el fuego hay que encender
Su rigor que se lo lleve el infierno
Nada hay, amigos que temer
Su rigor que se lo lleve el infierno
Nada hay, amigos que temer
Petruska, toca la balalaica
Como tú la aprendiste a tocar
Y al cantar los remeros del Volga
Para al fin poder todos juntos bailar
Petruska, toca la balalaica
Como tú la aprendiste a tocar
Y al cantar los remeros del Volga
Para al fin poder todos juntos bailar
La, la, la, la,....
¿Qué, tenía razón o no? A que dan ganas de hacerse remero del Volga y emborracharse con vodka mientras Petruska toca la balalaica, y todo ello sin dejar de bailar el «Casatschok», ¡rapati...!
José Molina
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