Las canciones
Cuando cierro los ojos y trato de recordar lo que oía al caminar por la calle en mis años mozos, lo primero que me viene a la memoria son las canciones. Las canciones que se oían desde las radios a través de las ventanas, pero también las que cantaba la gente.
La gente cantaba mientras paseaba; los labradores, sobre sus mulas al volver del campo; las mujeres, haciendo las faenas de casa y acunando a sus hijos. Hasta en la escuela cantábamos.
Nos aprendíamos las tablas de multiplicar, las respuestas del catecismo y las provincias de España con cancioncillas y cantinelas, y muchos de nuestros juegos tenían banda sonora: Al pasar la barca, Marinerita, niña bonita... A los niños nos gustaban los corridos mexicanos, que eran como películas del oeste, y también las canciones de risa, tipo La vaca lechera o Raska-yú.
Ya de mocetes, nos aprendíamos boleros de Los Panchos y de Antonio Machín, por si se presentaba la ocasión de cantárselos al oído a la chica que nos gustaba.
Las mujeres preferían las coplas, que eran como películas de amor, Violetas imperiales, que cantaba Luis Mariano y las italianas, como Arrivederci Roma. Ahora se escuchaba mucho a Pérez Prado, a Juanito Valderrama, a Lucho Gatica y a Antonio Molina.
Había tanta afición al canto que en las librerías y kioscos vendían hojas con las letras de las canciones del momento para que la gente pudiera aprendérselas.
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