Un disco la mar de «sencillo»

Ni siquiera recuerdo si aquellos pequeños discos de vinilo de 7'' y 45 rpm que tanto nos gustaban tenían algún nombre especial. En realidad, creo que simplemente los llamábamos «discos»; o sea, nada de «sencillos» o de «singles», como años después se conocerían, seguramente porque no concebíamos que los hubiera de otro tipo, salvo cuando hablábamos de los LP -«Long Play», claro-, es decir, de los álbumes, como ya se ha generalizado; pero eso ya eran palabras mayores.

De lo que sí me acuerdo perfectamente es que nos volvían locos y, en cuando se publicaba uno con las canciones de nuestro artista favorito, nos faltaba tiempo para ir comprarlo, siempre, por supuesto, que la paga, los ahorros pacientemente guardados en la hucha o la «gratificación» familiar lo permitiesen. Y es que en cuanto empezaba a sonar en la radio o en la TV una canción que nos gustaba, enseguida queríamos hacernos con ella porque era la única forma de poder escucharla cada vez que quisiéramos, habida cuenta de que aún nos quedaban unos cuantos años para que pudiéramos conocer eso de la «grabación», que tan bien nos hubiera venido en aquel entonces.

Como casi todo el mundo recordará, aquellos discos de los que hablamos solían tener cuatro canciones; dos en la cara A, y dos en la B, aunque también los había con solo dos canciones, una en cada cara, pero eran excepciones a la regla. Así, «pinchados» en esos pequeños tocadiscos -de los que habrá que hablar otro día- que solo permitían reproducir discos de 45 rpm, cada uno de ellos daba para unos pocos minutos de deleite musical escuchando nuestras canciones favoritas, lo cual no era mucho, salvo que el disco se escuchara una y otra vez, hasta que resultara algo tedioso.

Conclusión lógica: pues a seguir comprando discos, de tal modo que, al final, como el que no quiere la cosa, había necesariamente que hacernos con aquellos estuches diseñados especialmente para guardar discos pequeños, y que es posible que alguno conserve todavía. Poco a poco, como si de una colección de cromos se tratase, íbamos guardando nuestros pequeños tesoros de 45 rpm, entre los que solía haber casi de todo, desde discos de los Beatles o de los Rolling, hasta discos de Karina, Los Canarios o Juan y Júnior. Y es que todo cabía en nuestro modesto rincón musical, como si cualquier estilo nos gustase, quizá porque, en el fondo, la música nos hacía buena compañía.

José Molina