Historias de la radio

Prácticamente todas las casas disponían de un aparato de radio. Gracias a él se conocían noticias, los partes informativos de Radio Nacional de España, se escuchaba música y, a partir de finales de los cincuenta, seriales que mantenían en vilo a buena parte de las oyentes femeninas.

Sin prensa escrita en muchos puntos del país, que por otra parte tenía una alta tasa de analfabetos, y, desde luego, sin televisión, el contacto con el exterior se obtenía a través del cine, incluidos los reportajes del nodo y, sobre todo, de la radio. La imprescindible radio que ocupaba un lugar importante en el comedor o en la salita, que no se oía muy bien la mayoría de las veces, pero que era una fiel amiga.

Por las mañanas, las amas de casa podían escuchar los consultorios sentimentales, en los que se solventaban problemas familiares, amorosos y de belleza. Por las tardes, se escuchaban seriales radiofónicos, muy seguidos por las mujeres mientras hacían alguna labor del hogar, como coser, hacer punto, o cuidar de los hijos.

En 1959 se estrenó por la Cadena Ser Ama Rosa, con guión de Guillermo Sautier Casaseca y las voces de Juana Ginzo, Matilde Conesa, Julio Varela y José Fernando Dicenta. Cuando se emitió el último capítulo, de los cientos que tuvo, a las cinco de la tarde -hora de la emisión- las calles quedaron desiertas de mujeres. A mi madre, y no solo a ella, se le cayeron algunas lágrimas.

También había programas para niños a la hora de la merienda. Como la serie de cuentos que grabó el Cuadro de Actores de Radio Madrid, entre ellos, Pedro Pablo Ayuso, Vicente Marco y Matilde Vilariño. Uno de estos cuentos que encantaron a muchos chavales fue el de Garbancito, ese niño tan, tan pequeñito que iba cantando: «Tachín, tachán, tachún, mucho cuidado con lo que hacéis. Tachín, tachán, tachún, a Garbancito no piséis». Su madre lo llamaba: «Garbancito, ¿dónde estás?». Y el contestaba: «En la barriga del buey que se mueve, donde no nieva ni llueve».