El envejecimiento en personas con discapacidad intelectual
¿Con qué recursos e información contamos en estos tiempos para tratar a las personas con discapacidad intelectual? ¿Cuáles van a ser sus características físicas, biológicas y psicológicas? ¿Cuáles serán las mejores intervenciones?
En las últimas décadas ha sido evidente y notorio que la esperanza de vida entre la población ha aumentado. Solo nos basta mirar a nuestro alrededor para constatar este hecho. Y esto, no solamente ha sido a una población específica, sino que también ha abarcado a las poblaciones más desfavorecidas, como en el caso de las personas con diversidad funcional (o discapacidad intelectual). Hasta hace poco tiempo no se hablaba sobre tercera edad en esta población, puesto que la esperanza de vida en este grupo era muy inferior. Prácticamente no llegaban a los 40 años, e incluso, ni siquiera llegaban a la mayoría de edad.
Sin embargo, en el mundo de hoy esta situación del pasado es mucho menos probable, ya que actualmente la mayoría, gracias a todos los avances sociales y sanitarios, son capaces incluso de igualar a la esperanza de vida de una persona sin diversidad funcional. Así pues, ¿con qué recursos e información contamos en estos tiempos para tratar a esta población? ¿Cuáles van a ser sus características físicas, biológicas y psicológicas? ¿Cuáles serán las mejores intervenciones? No es mi intención hacer dogma de ello, pero sí mostrar a rasgos generales las principales características de las personas con diversidad funcional que se encuentran en la tercera edad, así como plantear diversas opciones de intervención, tanto a nivel familiar como profesional.
Índice
1. Principales características de las personas con discapacidad intelectual2. ¿Cómo podemos intervenir?
Principales características de las personas con discapacidad intelectual
La primera de ellas es que las personas con diversidad funcional envejecen a un ritmo mucho más acelerado, es decir, que van a tener un envejecimiento precoz, dando así lugar a que parezcan que tienen muchos más años de los que realmente tienen. Y esto no va a ser solamente a nivel físico externo, sino también a nivel psicológico y biológico.
La segunda característica, por lo tanto, va a ser que presenten muchas patologías propias de la tercera edad a una edad temprana, tales como artrosis, párkinson, alzhéimer, fracturas de cadera, pérdida de autonomía, enfermedades cardiovasculares, dificultad auditiva y visual, etc. Y, por supuesto, estas enfermedades no van a venir de una en una, sino que pueden presentarse todas al mismo tiempo en la mayoría de los casos, y además, con unos síntomas mucho más elevados, puesto que no hay que olvidar que ya de por sí se añade la diversidad funcional y todas las patologías previas que han arrastrado desde el principio como factores que van a dar lugar a esta consecuencia y/o a incrementarla.
Y a todo lo expuesto, también hay que añadirle una característica más, y es que, al envejecer precozmente, su salud mental también lo hará, y en ese sentido aparecerán los perfiles psicológicos propios de la tercera edad tales como el aumento de manías, la dificultad para el aprendizaje, el aumento de los episodios de agresión e irritabilidad, la aparición de demencias, depresión, ansiedad, etc. Naturalmente, y al igual que ocurren con las patologías descritas en el párrafo anterior, algunos de estos cuadros psicológicos ya los tendrán por defecto desde la infancia. Sin embargo, es necesario insistir en que al llegar a la tercera edad va a ocurrir que éstas aparezcan si no lo han hecho antes, o por el contrario, que aumenten a un nivel más profundo. Todo depende de las características y la historia de cada uno.
Así que entonces... y ante todo lo expuesto...
¿Cómo podemos intervenir?
Pues este es el mayor interrogante de este tema, ya que al ser una nueva situación, se ha hallado que los recursos socio-sanitarios, así como las intervenciones y terapias conocidas para mejorar su calidad de vida, han tenido la necesidad de adaptarse o de empezar de cero, bien creando nuevos centros especializados en discapacidad intelectual en tercera edad o bien desarrollando nuevos métodos de intervención y modelos terapéuticos y médicos.
Y aquí es donde más nos tenemos que detener y exponer algunas recomendaciones a la hora de intervenir con esta población, bien sea porque tengamos un familiar, o bien porque nos hayan contratado para estar con una persona que presenta este perfil. Así que vamos allá.
1) Para empezar, lo primero que hay que mencionar es que hay que entender y aceptar que la diversidad funcional es mucho más que tener un coeficiente intelectual por debajo de la media. Su desarrollo emocional y físico también van a ir muy por debajo de los "parámetros normales", por decirlo de algún modo, y esto, indirectamente, es lo que va a provocar que su envejecimiento sea mucho más acelerado.
2) Es muy importante conocer y observar a la persona con la que vamos a tratar, tanto si eres un familiar como un cuidador, o ambas cosas. ¿Cuáles son sus rutinas? ¿Cuáles son sus gustos? ¿Qué aspectos le desagradan? ¿Con quién está acostumbrado/a a pasar tiempo? Y todas estas interrogantes, siempre interviniendo a favor de él. En ese sentido, hay que intentar establecer unos hábitos fijos. Y no de cualquier forma. Si en una persona mayor la rutina ya de por sí es relevante, en el caso de la discapacidad intelectual tiene que ser el doble de importante. Es decir, su día a día ha de estar muy bien fijado, tiene que ser muy preciso, y prácticamente no puede variar, sino que se tiene que mantener igual a lo largo del tiempo.
3) Aunque parezca irónico, hay que intentar que el paciente mantenga la mayor autonomía posible, y fomentársela. Si se le da todo hecho, lo único que conseguiremos es que su evolución vaya hacia abajo, y, por lo tanto, todas sus patologías van a avanzar mucho más rápido de lo normal. Sí. Es difícil hacerlo así, porque la tendencia nuestra siempre va a ser ayudarlo, y es muy humano caer en este error. Pero es importante, por otro lado, dejar que la persona lo intente hacer solo. Eso le ayudará mucho más, aunque necesite mucho tiempo para ello.
4) El respeto. Es muy importante recordar que las personas con discapacidad intelectual también tienen unos derechos y una autoestima que siempre hay que incrementársela. Cuanta más autoestima haya, mejor calidad de vida tendrá nuestro paciente o familiar, a pesar de que esté en la tercera edad. Y en cualquier caso, aunque nunca podamos conseguir una mejora, siempre podremos conseguir que todas sus patologías avancen lo más lentamente posible y que su calidad de vida siempre sea buena y favorable.
5) Los ejercicios de estimulación sensorial (auditiva, sensitiva, visual, etc.), escuchar música, bailar, observar grabaciones...; todas estas actividades son muy efectivas a la hora de intervenir en personas de tercera edad con discapacidad intelectual. Eso sí, vuelvo a recordar que es importante saber sus gustos para poderlo hacer.
6) Y, por supuesto, si puede estar rodeado de las personas a las que está más acostumbrado/a a ver y a relacionarse desde hace ya muchos años, mejor. Normalmente, cuando tienen que interactuar con un desconocido, los resultados son mucho menos favorables que cuando la intervención la realiza con alguien con quien ya haya establecido un vínculo emocional en su infancia o juventud. Sobre todo, en casos de demencia.
Y por último, no frustrarse. Aunque el tiempo y las patologías avancen, siempre podremos conseguir que la calidad de vida de esta población no disminuya.
Salvador Alexander.
Terapeuta ocupacional y actor
BIBLIOGRAFÍA:
Discapacidad intelectual y envejecimiento: Un problema social del siglo XXI. Plena Inclusión.
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