Para cuidar... aprende a cuidarte

Cuidar a un familiar que depende de nuestra ayuda para llevar a cabo sus actividades diarias puede ser una experiencia muy satisfactoria. Descubrir nuestra actitud de ayuda, de empeño por mejorar la vida de nuestros seres queridos que están sufriendo... es sin duda motivador y enriquecedor. Sin embargo, también puede ser una etapa de la vida muy ingrata. El cuidado de un familiar dependiente es, en general, una experiencia prolongada que exige reorganizar la vida familiar, laboral y social en función de las tareas que implica cuidar.

Es habitual que el cuidador sienta que, pasado el tiempo, su salud ha empeorado. A esta sensación de fatiga o cansancio se une el conflicto entre las tareas de cuidado y las obligaciones laborales. La sensación de estar incumpliendo, tanto en el trabajo (por absentismo, falta de puntualidad, etc.) como en el cuidado del familiar (por no poderle dedicar más tiempo) es frecuente. Y por si esto fuera poco, es habitual la existencia de problemas económicos, tanto porque disminuyen los ingresos (al disminuir la dedicación laboral) como porque aumentan los gastos derivados del cuidado del familiar (adaptaciones en el hogar, etc.).

Cuida sin perder la salud

En cualquier caso, el exceso de trabajo que supone cuidar a un familiar deja poco tiempo para uno mismo y, cuando lo hay, algunos parecen sentirse culpables de atender sus propias necesidades a través de descansos, actividades de ocio, etc. Sin embargo, exigirse demasiado, no darse un respiro, pasa factura. ¿Podremos entonces seguir prestando la misma atención a nuestro familiar dependiente? ¿Seremos nosotros quienes precisaremos ayuda?

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