Complicaciones con el dinero
Incluso cuando no hay contratiempos, las cuestiones relativas al dinero suelen provocar problemas entre los miembros de una misma familia. Cuando uno de ellos pierde su autonomía, las probabilidades de conflicto son aún mayores.
TESTIMONIOS:
«Mi madre tiene 90 años y está bastante despistada. Como vivo cerca de ella, yo me ocupo de sus cuentas, pero éstas nunca cuadran, lo que me preocupa bastante de cara a mis hermanos. Temo que lleguen a pensar que me aprovecho del dinero de mi madre. ¿Cómo puedo evitar este tipo de problemas?»Laura
«Con frecuencia, visito a mi tío, que vive en una residencia. A petición suya, me hice cargo de sus cuentas. Su pensión le permite vivir cómodamente: cada mes, la residencia pasa directamente el recibo a su banco, y sus gastos personales se limitan a los periódicos y poco más. Sin embargo, los estractos bancarios revelan que mi tío extiende cheques por cantidades importantes. El resultado es que, al cabo de cada mes, dilapida su pensión. Durante toda su vida, mi tío ha sido una persona excepcionalmente generosa y, todavía hoy, no hace falta que le insistan mucho para que extienda inmediatamente un talón. Creo que tengo que hablar con él, pero no quiero que piense que me mueven mis propios intereses.»Miguel J.
«Mi padre cuidó durante varios años a mi madre, aquejada de Alzheimer, y se hizo muy cuidadoso con el dinero, ya que ella lo perdía con frecuencia o confundía los billetes. Incluso decidió ahorrar para nosotros, sus hijos. Para evitar que entre nosotros haya suspicacias, cada noche anota en una libreta sus compras y los gastos: tanto de comida, tanto del periódico o el café, tanto para los regalos de los nietos... Eso le permite comprobar si es equitativo con todos nosotros. Al principio, nos parecía algo inútil, porque mi padre tiene derecho a hacer con su dinero lo que quiera. Pero, por fin, nos dimos cuenta de que actuando así se siente más tranquilo.»Josefa C.
NUESTRA OPINIÓN:
¡Los problemas que da el dinero a las familias! No es nada extraordinario que las personas mayores regalen, sin más, sumas de dinero, joyas o recuerdos familiares a las personas de su entorno, sean de la familia o no. En ocasiones, los ancianos con alguna limitación y demasiada generosidad pueden beneficiarse de alguna medida de protección, como, por ejemplo, la tutela.
Pero la mayoría de las familias se niega a recurrir a estos extremos. Las personas mayores son libres de disponer de una parte de sus bienes. Impedírselo constituiría un atentado contra su libertad. Sin embargo, es comprensible que los familiares más próximos, sobre los que recae su cuidado, no vean con buenos ojos cómo desaparecen sus bienes, sobre todo porque quizá tengan que recurrir a ellos para hacer frente a las eventuales deudas de sus padres. Las personas mayores se sienten en deuda con quienes les brindan cariño y seguridad. Eso explica, en muchos casos, su generosidad. Las donaciones que hacen son también consecuencia del desapego propio de la edad: desprenderse de cosas materiales para vivir una nueva relación con la vida... y con la muerte.
Sea como sea, dos ideas básicas pueden contribuir a evitar malentendidos: los padres tienen derecho a hacer con su dinero lo que deseen, pero la transparencia en las cuentas garantiza la paz en el seno de las familias.
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