¿De quién reciben ayuda las mujeres mayores?
De acuerdo con los datos manejados por Lourdes Pérez en Envejecer en femenino. Las mujeres mayores en España a comienzos del siglo XXI, cerca de 1 100 000 españolas de 65 años o más (es decir, aproximadamente la cuarta parte de ellas) precisan ayuda para realizar tareas cotidianas, como las domésticas, hacer compras, preparar comidas, ir al médico y, en menor medida, para su aseo personal. Los servicios sociales solo atienden al 5% de ellas, de manera que la familia sigue todavía siendo el principal soporte del sistema asistencial español, con las hijas a la cabeza, que se ocupan de proporcionar ayuda a casi una tercera parte de las mujeres mayores que la precisan. Tras ellas, los cónyuges atienden a una de cada seis y, por último, los hijos varones, a una de cada veinte.
Aunque sobre las hijas sigue recayendo la carga más pesada -y la más delicada, puesto que se ocupan, sobre todo, de la ayuda más íntima y personal, como la higiene, la alimentación o la medicación-, en los últimos años ha irrumpido con fuerza una nueva figura: la de la asistencia remunerada. La persona contratada, generalmente para las tareas domésticas, se ha convertido en la actualidad en el segundo agente proveedor de cuidados a las mujeres mayores, ya que se los dispensa a una cuarta parte de las que los necesitan en la vida diaria.
Algo está cambiando
El protagonismo creciente de la ayuda remunerada en el cuidado de los mayores -y, aunque en mucha menor medida, el aumento de los servicios sociales- está, sin duda, restándoselo a la familia. «Eso no significa que las familias se estén desentendiendo de sus mayores, sino que el cuidado ya no es ejercido en exclusiva por éstas; la familia se ha convertido en supervisora de esos cuidados y en fuente de asistencia puntual en caso de emergencia», señala Lourdes Pérez. En cualquier caso, a esta situación se ha llegado en gran medida a causa de las transformaciones que se han producido en el seno de las familias de las generaciones más jóvenes, a las que han contribuido, precisamente, las mujeres de más de 65 años a lo largo de toda su trayectoria vital, primero como madres y, después, como abuelas.
«No es solo que las hijas, al estar trabajando, no puedan ocuparse como antes de sus padres -explica la socióloga. También han cambiado mucho las condiciones materiales, por no hablar de la dimensión moral: antes, sobre las mujeres pesaba la obligación moral de cuidar a sus mayores. Ahora las cosas son distintas, pero, además, son esas mismas mujeres, las mayores, quienes en muchos casos no están dispuestas a consentir que sus hijas, después de haber estudiado y haberse formado durante años, abandonen sus carreras profesionales para cuidarlas a ellas».
Paz Hernández.
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