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Evitar «el síndrome de la abuela esclava»
Las necesidades económicas, los problemas de divorcio o separaciones de los hijos, obligan a muchos abuelos y abuelas a sustituirlos en sus funciones. Ejercen una paternidad forzosa.
En estos casos, sobre todo las abuelas, llevan a cabo una labor que puede exceder con mucho sus posibilidades físicas y psíquicas. Es obvio que ya no se tiene la fuerza y la capacidad de decisión que cuando se ejercía de madre. Es muy frecuente que se vean obligadas, además de atender a los nietos, a cuidar de su propio hogar y de sus maridos. Esta circunstancia se convierte, en muchas ocasiones, en una obligación excesiva.
Sin embargo, pese al esfuerzo, se observa que cuando esta relación se coloca en la justa medida, es decir, los abuelos solo son una ayuda y no los sustitutos absolutos de los padres, la situación es beneficiosa para todos, en general.
Abuelos y nietos forman una interesante mezcla entre la energía bulliciosa de un niño y la serenidad de la vejez. Hay un intercambio entre inocencia y sabiduría.
Los abuelos tienen mucho que enseñar y los nietos mucho que aprender: tradiciones, cultura, oficios... De no ser por ellos, hoy por hoy se habrían perdido.
Actualmente, los niños realizan todo su aprendizaje fuera del entorno familiar. El colegio, clases particulares, actividades extraescolares, además de los ordenadores y otros aparatos electrónicos, sustituyen en muchas ocasiones al educador, sobre todo, al educador familiar. Los abuelos piensan que no están a la altura de los avances tecnológicos, se sienten incapaces de aprender a manejar esos «trastos modernos». De este modo surgen brechas intergeneracionales. Si se logran establecer intercambios de aprendizaje entre nietos y abuelos, los lazos entre generaciones se verán reforzados, se sentirán útiles y más cercanos los unos con los otros.
Por ejemplo, Ester se encarga de enseñar a sus nietos cómo hacer tartas. A cambio, ellos le enseñen a comunicarse por Internet. Ha sido un aprendizaje de extraordinaria importancia. Ahora «chatea» con su hija que vive en Australia y sus nietos han descubierto una relación adulta y gratificante con su abuela.
Otro cambio que se produce en la relación con los nietos, a diferencia de cuando se es padre, es que a los hijos se les ha exigido mucho más. Los nietos disfrutan de la paciencia, porque ahora es diferente. Nos hemos hecho más permisivos, y, con el paso del tiempo, hemos dulcificado nuestras normas.
Carmen volvió a sonreír y mostrar una paciencia inusitada con sus dos nietos de 4 y 6 años respectivamente. De joven no tuvo demasiado tiempo para nada ya que el estrés y los problemas familiares la tenían angustiada. Ahora, el pasado queda atrás y, al ser abuela, disfruta de una segunda «maternidad» sin plantearse ninguna obligación.
Juan observaba sonriendo a su nieto de 4 años. El niño tiraba puñados de arena hacia arriba, jugando con su «lluvia mágica», poniéndose perdido de polvo y barro. Juan admiraba la inagotable energía de su nieto. Jamás le hubiera permitido a su hija ensuciarse de ese modo y comprende que a su nieto le deja hacer todo lo que quiere, pero... eran otros tiempos.
Los hijos para los padres
Sin embargo, es muy importante aceptar el modo de educación que nuestros hijos han adoptado para con los suyos; aunque creamos que lo hacen diametralmente opuesto o peor que nosotros, debemos respetarlo.
Los nietos vienen a casa, los cuidamos, los mimamos, pero ahora la responsabilidad ya no es nuestra, y esto, precisamente, es lo que nos permite disfrutar más con los pequeños. No olvidemos que solo somos «COMPAÑEROS DE VIAJE».
La vida sigue y nosotros, padres, y ahora abuelos, cedemos el testigo a los que vienen con más fuerza. Se nos brinda una segunda oportunidad para volver a sentir y saborear, con más intensidad, la ternura y alegría que despierta un nuevo ser que quiere conquistar la vida.
Victoria Artiach Elvira. Psicóloga-psicoterapeuta.
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