Jubilación y vejez: no es lo mismo

¿Jubilarse y convertirse de pronto en un anciano? Imposible. Dejar de trabajar no envejece y nadie hoy identifica los dos términos. ¿Por qué? Primero, porque la inactividad laboral no es exclusiva de los mayores y puede llegar a edades tempranas (por enfermedad o por desempleo, por ejemplo). Y en segundo lugar porque llegar a los 65 años tampoco tiene por qué ser sinónimo de jubilado. Cada día son más numerosas las personas que, una vez superada la barrera de la edad oficial de jubilación, han decidido seguir trabajando. Médicos, actores, juristas, catedráticos de universidad e incluso los políticos -basta con echar un vistazo a los escaños del Congreso o del Senado- permanecen activos laboral y vitalmente después de alcanzar los 65 años.

Además, y aunque no tengamos una bola de cristal, los datos oficiales confirman que si se accede a la jubilación a los 65, queda mucho por vivir. Las expectativas de vida de los españoles rondan los 83 años para los hombres y los 87 años para las mujeres. Es decir, que a los 65 años, un hombre tiene una esperanza de vida de 18 años y una mujer, de 22 años.

Y por si esto fuera poco, las encuestas realizadas desde la Administración demuestran que habitualmente el estado de salud físico y mental en el momento de alcanzar la jubilación está intacto. Esta circunstancia, junto a otras cuestiones de índole demográfica y presupuestarias, ha facilitado la decisión de alargar la edad de jubilación en muchos países, entre ellos España.

El envejecimiento es, pues, un proceso que experimenta cada uno de una manera diferente y no llega a todos al mismo tiempo. No obstante, y como norma, aquellos que deciden hacer planes a largo plazo, que aprovechan cada momento... nunca se sentirán viejos.