Exhibiciones policiales

Cuando era niño, hacia mediados de los años 60, me encantaba ir a aquellas exhibiciones populares, especialmente dirigidas a los más pequeños, que solían organizar tanto la Policía Municipal como la Policía Armada; o sea, la que hoy se denomina Policía Nacional.

Recuerdo, sin ir más lejos, las que esta última organizaba, cada año, en la Plaza de Toros de las Ventas de Madrid, donde desplegaba una buena muestra de todos sus efectivos.

La tarde que asistíamos podíamos ver con entusiasmo cómo los policías sacaban a pasear sus coches, sus potentes motos, sus perros pastor alemán y muchos artilugios más, que enardecían a los asistentes. Creo incluso acordarme de que hasta hacían exhibiciones gimnásticas, con las que demostraban fehacientemente el alto grado de preparación física de los agentes.

En fin, amenos y agradables tiempos aquellos en los que la Policía se esmeraba por enseñarnos cuanto tenía y sabía. El problema empezó a surgir cuando, pasados los años, aquellas entretenidas exhibiciones pasaron a ser reales y "efectivas", de modo que los espectadores nos convertimos en parte del espectáculo y, en vez de quedarnos quietos viendo y aplaudiendo sus coreografías, tuvimos que empezar a correr, con el fin de que no nos hicieran probar en nuestra propias carnes aquellos artilugios policiales que tanto nos gustaban de pequeños y que tanto pánico nos daban ya de jóvenes.