Volverán las oscuras golondrinas

Hubo un tiempo en que, desconozco muy bien por qué, a los españoles nos encantaba el poeta y narrador sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. Sería quizá por efecto devastador de algún flechazo que se produjo en algún momento, sin que nos diéramos demasiada cuenta de ello.

El caso es que, sobre todo las adolescentes -otra cuestión que daría para una reflexión más profunda- leían con verdadera pasión sus obras, en especial sus célebres "Rimas y Leyendas", que formaban parte de nuestro paisaje casero cotidiano. O sea, no había hogar en España que en la estantería del salón no hubiera un ejemplar de este libro, a ser posible la edición en tapa blanca con estampación dorada del Círculo de Lectores, al que casi todo el mundo estaba suscrito.

Resultado práctico de todo ello es que no había chica, y más de un chico también, que no supiera recitar de memoria aquel bonito poema de Bécquer que comenzaba diciendo:

"Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a tus cristales
jugando llamarán..."

Bueno, y qué decir de aquel que se preguntaba con dulzura y emoción:

"¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul;
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú"

¿A qué es para emocionarse? ¿Se comprende ahora por qué Bécquer provocaba tantos suspiros? Si es que, cuando uno leía cualquiera de sus poemas, es como si estuviera perdidamente enamorado de cualquiera ser humano que se cruzara por el camino, del vecino o la vecina de al lado, de la profesora de latín, del panadero de la esquina o de la prima de tu amigo de clase.

¡Ah!, y de las "Leyendas" será mejor hablar en otro momento, que aún me acuerdo de alguna, como "El monte de las ánimas", y se me ponen los pelos de punta.