Infierno en el mítico estadio de Pasarón
Definitivamente, ya ha desaparecido la épica de los partidos de fútbol a los que asistíamos hace años, ese enfrentamiento a cara descubierta en la que los jugadores ponían sobre el césped toda la pasión de la que eran capaces para ganar el partido, y los espectadores enardecían de entusiasmo.
Entre esos legendarios encuentros, que a menudo teníamos la suerte de poder ver en TV la tarde de los domingos, resulta difícil no acordarse de los que se celebraban en el mítico estadio de Pasarón, el campo del Pontevedra Club de Fútbol, un equipo histórico que vivió su época dorada en los años 60, cuando militaba con orgullo en Primera División, y que hoy transita con más pena que gloria en el Grupo I de Tercera División.
En aquel estadio, especialmente cuando la lluvia arreciaba en la ciudad, cada partido era un viaje a los infiernos. Con el césped embarrado y los jugadores enfangados hasta las cejas, era como asistir en directo a la batalla de Waterloo o a la de Trafalgar.
En esos años, sobre todo durante las temporadas de mediados de la década, el Pontevedra era un equipo temible, ante el que cualquier rival se sentía amedrentado, ya fuera el Real Madrid, el Barça, el Atlético de Madrid o el Athletic de Bilbao. En ese equipo, quiero recordar, militaban "gladiadores" futbolísticos como Celdrán, Irulegui, Batalla y Cholo, una muralla infranqueable que no había manera de traspasar ni con un salvoconducto. De ellos, me acuerdo especialmente de José Antonio Irulegui Garmendía, un guipuzcoano de Lasarte que había militado en la Real Sociedad, y que desde la temporada 1965-1966 jugó en el Pontevedra.
Pues este rudo y potente lateral derecho era un poco el símbolo de aquella épica de la que hablo, y que hoy solo ha quedado reducida a algún partido aislado, que hay mucho en juego, y no solo entrega, pasión y orgullo.
[José Molina]
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