Un deseo llamado tranvía

Un deseo llamado tranvía

Por fortuna, a veces el sentido común se recupera, así que en, de un tiempo a esta parte, en algunas localidades españolas, como Valencia, la primera en reintroducirlo en 1994, Zaragoza, Sevilla, Murcia, Tenerife, Vitoria o Bilbao, se ha recuperado el tranvía, con una tecnología más moderna, claro está, pero conservando la utilidad para la que, a finales del siglo XIX, empezaron a ponerse en marcha; o sea, un medio de transporte sencillo, más económico que otros y mucho menos contaminante.

Quizá por eso, cuando en 1975 desapareció el último tranvía español, el de Zaragoza, no quedamos un poco huérfanos, sin entender muy bien por qué a lo largo de los años 60 y 70 se había desmantelado un medio tan práctico y tan seguro para movernos por nuestras ciudades. Pero, cosas de la modernidad mal entendida, quizá se pensaba que a medida que el parque automovilístico español iba aumentando, los tranvías cada vez resultaban más molestos para la buena circulación de los demás vehículos. O sea, que estorbaban y, además, que era un engorro tanto tendido eléctrico por las calles de las ciudades.

Sin embargo, lo que aquella previsión no acertó a vislumbrar fue la creciente carestía del petróleo y, por supuesto, del desmedido aumento de los índice de contaminación de las ciudades, que hace que algunas de ellas, en ciertas épocas del año, sean absolutamente irrespirables.

Así que, bienvenidos sean los nuevos tranvías, a los que ya echábamos de menos y que, allí donde ya funcionan, han vuelto a recuperar un poco más de cordura y de aire limpio, dos cosas de las que, desde hace ya mucho tiempo, andamos bastante escasos en nuestro país.

[José Molina]

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