Una mirada al Juan Sebastián Elcano
El turbio asunto que ha salpicado al Juan Sebastián Elcano hace unos días no empaña para nada la imagen que, especialmente de jóvenes, teníamos de este buque escuela de la Marina, que para muchos era como el símbolo de nuestro país allende los mares, lo que no era moco de pavo.
Así al menos nos lo vendían, y así probablemente sería, pero qué más da como fuera. Lo cierto es que, en los 50 y los 60, este "bergantín-goleta" nos parecía un milagro de la navegación, un velero que surcaba elegantemente los mares, como esos esplendoroso navíos que veíamos en las películas y que nos parecían de ensueño.
Por eso, cuando en el NO-DO o en TVE nos anunciaban su llegada a cualquier puerto o su regreso a España después de un largo viaje por medio mundo, nos quedábamos ensimismados viéndolo, sobre todo cuando la tripulación de guardiamarinas que iban a bordo, impecablemente uniformados de blanco o de azul, según la época, la graduación y las circunstancias, formaba en la cubierta para dar la bienvenida a las autoridades competentes.
En esos momentos, muchos soñábamos con ser algún día un guardiamarina y poder así navegar libremente por mares y océanos, descubriendo nuevos mundos y, a ser posible, conquistando un corazón en cada puerto, como también, por cierto, veíamos en las películas.
Como es de suponer, ni lo uno ni lo otro fue posible, salvo excepciones que haya habido por ahí, que seguro que las hubo, pero, en cualquier caso, esa imagen intachable e idílica que teníamos entonces del Juan Sebastián Elcano aún reluce en nuestra retinas, quizá como el símbolo de uno de esos momentos en los que nuestra imaginación volaba, o más bien navegaba, más allá de nuestras estrechas fronteras terrestres.
[José Molina]
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