'La cabina'

No estábamos muy acostumbrados a eso de los premios televisivos, así que, lógicamente, nos dejó un poco perplejos el gran número de premios que le concedieron a "La cabina", un mediometraje realizado expresamente para TV por Antonio Mercero. Entre ellos estaban nada menos que el premio de la crítica internacional en el Festival de Montecarlo, que, según información bien contrastada, era uno de los más importantes del mundo en el ámbito televisivo, y ¡el Emmy al mejor telefilme!, lo que, por supuesto, añadía más prestigio aún.

Pero, con todo, lo de los premios no fue lo más impactante. Lo que de verdad nos dejó de una pieza fue ver "La cabina" aquel inolvidable 13 de diciembre de 1972, fecha en la que, con gran expectación, se estrenó en TVE.

Protagonizado por el gran José Luis López Vázquez, el filme narraba la claustrofóbica historia de un hombre común y corriente que, sin saber muy bien por qué, se ve de pronto encerrado en una cabina telefónica, de esas que antes había en cualquier esquina y hoy, desgraciadamente, solo pueden verse en el Museo de la Prehistoria. El problema no era que el hombre no pudiera llamar por teléfono, cosa lógica por otra parte, sino que hubiera forma de salir de allí, por mucho empeño que pusiera tanto él como los transeúntes que pasaban por allí y que asistían atónitos a semejante despropósito.

Hasta aquí todo parecía la mar de sencillo, pero qué va. ¡El tiempo pasaba y ni por activa ni por pasiva lograba aquel pobre hombre salir de la cabina! Y hay que ver el sofoco que nos dimos durante los 37 minutos que duraba la película.

Además, la puntilla a tanto desasosiego la daba cuando comprobábamos que en el lugar al que la cabina es trasladada por unos operarios no solo no liberan al hombre, sino que hay infinidad de cabinas más, también con individuos al borde de un ataque de nervios encerrados en ellas. ¡Santo Dios, qué momentos!

Había que reconocer, a pesar de tanto agobio experimentado, que "La cabina" era una fantástica película. El único pero es que, durante un tiempo, no había criatura sensata que la hubiera visto que se atreviera a entrar en una de aquella "traicioneras" cabinas para llamar por teléfono. ¡Como para no celebrar con entusiasmo la llegada del móvil!