Cannes, el perfume de la riviera francesa

Es que esta deliciosa tierra de Francia en la actualidad invita a los viajeros a conocer otras formas de hacer turismo, uniendo la esencia del savoir vivre con cifras más moderadas. Combinar la exclusividad con lo razonable en lo relativo a alojamientos, restaurantes y comercios está dando resultados.

La historia de Cannes es la de aquel pequeño pueblo de pescadores que llegó a convertirse en la primera ciudad de congresos de Francia, después de París, y en la capital mundial del turismo de ocio y de negocio. Hoy día es el destino perfecto para disfrutar no solo del hechizo de sus playas y de su mítica vida nocturna, sino también del abanico de posibilidades turísticas que ofrece la ciudad durante los 365 días del año.

De entrada, llegar es olvidarse del coche. Esta delicia provenzal tiene unas espléndidas infraestructuras que permiten el fácil acceso a sus alrededores. Para trasladarse a Niza (20 km por carretera) o a Mónaco (50 km) está la opción más cómoda: la estación de tren situada en la zona antigua de Cannes (SNCF. Place de la Gare. Tel. 08 92 35 35 35).

Descubrir el casco antiguo
La primera salida es pasear por el Suquet, el corazón histórico, que concentra el espíritu pintoresco de la ciudad. Estructuras de piedra en calles serpenteantes, elevadas y estrechas; forja en balcones y flores en cascada que caen por algunas ventanas, con arcaicos portalones de madera, descubren el alma de un barrio que conserva la imagen del pasado. De lejos, la bahía exhibe su esencia marinera con una magistral vista del puerto viejo. Al caminar se observa una región repleta de tradiciones, aromas y sabores, que todavía conserva lo que fue el núcleo de la actividad comercial. Multitud de tiendecillas escondidas por cada recoveco venden artesanía local (velas, jabones, filigranas textiles); el mercado Forville es un clásico que alberga a charcuteros, pescaderos, floristas y un sinfín de especias con su peculiar enjambre de olores. Pegado a la mercadería, un alto en el camino para tomar un vinito y unas tapas: la Taverne Lucullus, de cocina casera (tel. 04 93 39 32 74, Marché Forville). Atienden Henri y Colette. Amables con su clientela, sugieren una cerveza con aperitivo mientras charlan con el visitante. Tras esta parada, el texto Museo de la Castre (tel. 04 93 38 55 26) ofrece una colección de arte primitivo y cerámica precolombina.

Unos metros más adelante, una laberíntica fisonomía urbana de ambiente vivo y expresivo sitúa a la rue St. Antoine y a la rue Meynadier como dos de los lugares con más tradición. En esta zona se concentran restaurantes a buen precio, como es el caso de La Socca, de cocina tradicional y especializada en pescados, carnes y patés, con una variada carta de platos italianos (64, rue Meynadier. Tel. 04 93 39 91 39, menús a partir de 9 e). La rue Antibes es otro interesante tramo comercial donde se pueden adquirir artículos de regalo.

El Cannes de sangre azul
Acercarse al barrio de la Croix des Gards es entrar en un pasado aristocrático con construcciones de entre 1850 y 1900, con palacios y nobles residencias como Villa Rothchild o Villa Eléonore. Esta última fue morada de Lord Brougham, y la huella de este hombre permanece inmortalizada en una estatua que recuerda que fue este lord británico quien a partir de 1834 atrajo a toda la nobleza europea hacia la Costa Azul.

Cannes se convirtió así en santuario de reyes, príncipes y duques, lo que originó asimismo la presencia de grandes celebridades del mundo del arte y la cultura como Picasso, Renoir o Guy de Maupassant. Incluso antes, la huella de Napoleón ya se hizo notar cerca de la catedral de Notre Dame de Bon Voyage. El Emperador instaló su campamento donde hoy se encuentra la calle Bivouac Napoleón, paralela a la texto Croisette, el paseo marítimo de Cannes.

En ese tramo de costa se alzan solemnes el Hotel Majestic y el Martínez, que junto con el Hotel Carlton forman los 3 complejos hoteleros de más prestigio de la ciudad. Un paseo por las grandes firmas como Dior, Gucci, Hermés, Vuiton o Fendi, situadas en plena la Croissette, es un auténtico lujo para los sentidos.

Ruta del golf y naturaleza verde
Los amantes del golf tienen una cita del 3 al 9 de julio en el «Cannes Golf Festival». Se trata de unos campeonatos de golf para aficionados y amateurs. La ruta del golf se concentra en 5 campos: Opio-Valbonne; Grande-Bastide Golf Club; Saint Donat Golf Club; Claux-Ami Golf Club y el más antiguo, el Old Mandelieu Golf Club. Este último, fundado en 1891 (situado a diez minutos de Cannes), aparece entre los macizos soleados del Esterel y grandes espacios poblados de árboles. La primera zona golfística de la Riviera francesa se abre con el Old Course Cannes-Mandelieu. Está compuesto por un campo de 18 hoyos de 5676 m por 71 y otro de 9 hoyos y 2118 m de green por 33. Algo curioso: hay que atravesar un río para acceder al hoyo 3. El golfista disfruta del ferry subido en el cochecito mientras cruza a la otra orilla. Para almorzar, el Club ofrece una carta de gastronomía variada. En la lista figura un plato del día y menú (buffet o plato del día, postre y café). Más información: Stéfan Camerini. 06210 Mendelieu la Napoule. Tel. 04 92 97 32 00. Fax: 04 93 49 92 90. Internet: www.golfoldcourse. com/rivieragolf@wanadoo.fr.

Para los aficionados al deporte activo, existe además otro abanico de actividades como la vela, windsurf, remo, esquí acuático, buceo o pesca mar adentro. El público maduro disfruta de unas magníficas instalaciones deportivas adaptadas a todas las edades. Tanto en bicicleta como en todoterreno, a pie o a caballo, se descubren diversos senderos naturales con una flora y fauna que conviven en perfecta armonía en una rabiosa naturaleza verde (para contratar cualquier servicio de turismo activo: Elisabeth Lara: Tel. 04 92 99 84 46/ lara@semec.com.a

Artesanía y tradición
Rumbo hacia el interior, se encuentra Biot (a 10 km de Cannes por carretera): fachadas de estructura en piedra, colores chillones sobre la madera de las inmensas puertas, antigua calzada empinada y un surtido de calles laberínticas del Medievo revelan una villa expresiva y alegre. Merece la pena visitar un mundo onírico en formas artesanas, la «Galería Le Patrimoine», situada en pleno centro. Su creador es Jean-Claude Novaro, un artista de fama internacional de 62 años. Sus obras en cristal soplado con colores bañadas al fuego son fantásticos objetos coloristas. Este genio del vidrio decora hogares como la Casa Grimaldi y la de eminentes figuras de la vida social internacional. La galería está dirigida por su hija Léa Novaro, que muy gentilmente explica el minucioso proceso de elaboración. Su colección de piezas va desde los 300 a 8000 € (2, place aux Arcades 06410 Biot Village. Tel./Fax: 04 93 65 60 23).

Y por este enjambre de artesanía local, el pueblo de Grasse (a 10 km de Biot) se presenta como la capital de los perfumes. Si en París están los diseñadores, en este conjunto florido están los perfumistas. Situado entre el mar y la montaña, igualmente de corte medieval, es otra de las delicias de la Provenza francesa. Los quehaceres de esta urbe residen en la elaboración de sofisticados perfumes. El trabajo: explotan las materias primas más codiciadas en todo el planeta como el jazmín de Grasse y la rosa centifolia (para obtener un litro de jazmín concentrado se necesita una tonelada de esa flor, por lo que cuesta 6000 €/litro). Para descifrar los secretos del perfume hay que entrar en la fábrica «Fragonard», donde también está el museo de Joyas y Trajes (visita gratuita), que muestra las excelencias de sus antiguas tradiciones. Enseñan el antiguo oficio con los procesos de filtraje, destilación, laboratorio y envasado. Su fama se inscribe en una notoria herencia de perfumeros, creadores de la mayoría de las grandes esencias, como el mítico Chanel n.º 5.

Lo último: olor a productos comestibles, aromas de regaliz y vainilla (20, Bd. Fragonard. 06130 Grasse-Fr. Tel. 04 93 36 44 65. Fax: 04 93 36 57 32. E-mail: tourisme@fragonard.com.

La ruta finaliza con una pincelada de aventura en las islas Lérins: Saint Honorat y Sainte Marguerite. Esta última se adosa a un espolón rocoso fácilmente reconocible (cada día sale un ferry de 30 minutos de travesía), con un magistral ecosistema de original fauna y flora, donde además se puede visitar el Fort Vauban (1687-1698).

Texto y fotos: Pilar Carrizosa.