¿Cómo evolucionan las enfermedades reumatológicas?
Todo lo referente a las articulaciones, los músculos y al conjunto del esqueleto abarca todos los grados de la enfermedad, desde la benigna hasta la más grave.
Todo lo referente a las articulaciones, los músculos y al conjunto del esqueleto abarca todos los grados de la enfermedad, desde la benigna hasta la más grave. Las tendinitis, por ejemplo, se curan casi siempre. Las ciáticas, si se tratan bien, a veces durante largo tiempo, pueden curarse totalmente, y menos del 10% de las ciáticas necesitan operarse. Las lumbalgias tienen un carácter recidivante y, por tanto, más crónico. Al hacer ciertos movimientos o esfuerzos, las lumbalgias pueden despertar bruscamente. No obstante, con un tratamiento adecuado, pueden volver a desaparecer y, a veces, totalmente.
¿Y el caso de la artritis reumatoide y la espondilitis anquilosante?
Estas dos últimas enfermedades inflamatorias son crónicas y progresivas. En su caso, no se puede hablar de curación, sino más bien de ralentización del proceso evolutivo cuando la enfermedad ha sido abordada a tiempo, y gracias a las nuevas generaciones de medicamentos.
La artritis reumatoide es muy frustrante, porque sus síntomas pueden desaparecer y volver de nuevo con brotes inflamatorios fuertes. Un brote puede durar unas horas, unos días y, a veces, hasta un mes, mientras que los periodos de calma pueden durar años. Al volver, la enfermedad puede dañar el cartílago y el hueso en las proximidades de la articulación. La forma avanzada y grave de la enfermedad afecta a entre un 10 y un 15 por ciento del total de los enfermos.
En cuanto a la espondilitis anquilosante, evoluciona de la misma manera, en forma de brotes inflamatorios regresivos, en su mayor parte, o también progresivos, o incluso como enfermedad crónica sin periodos de calma. Esta no destruye las articulaciones, al contrario, «construye», lo que provoca una osificación que une entre sí a diferentes vértebras, haciendo que la movilidad esté cada vez más reducida.
¿Hay operaciones posibles para «reparar» lo que la enfermedad ha dañado?
Son muchas las intervenciones posibles. Una buena parte de ellas son las relacionadas con la implantación de prótesis de rodilla o de cadera. Se trata de reemplazar la articulación enferma, dañada y dolorosa por una artificial. Este tipo de prótesis permite que prácticamente desaparezca el dolor y recuperar una cierta movilidad. Aunque no se recuperen las piernas de los veinte años, esta intervención posibilita a menudo que los pacientes puedan volver a su actividad normal. También se puede poner una prótesis en el hombro, el codo, la mano o incluso en el tobillo. Actualmente, la duración de una prótesis oscila entre diez y quince años. Depende evidentemente de los esfuerzos a los que se la someta, aunque con los progresos técnicos cada vez duran más.
En cuanto a la columna, se pueden operar ciertas hernias discales. La intervención sigue siendo delicada y exige después cierto tiempo de reposo, pero, si tiene éxito, mejora totalmente la vida del enfermo.
También hay operaciones para las artritis, aunque no dejan de ser intervenciones de cierta delicadeza. La cirugía puede ser preventiva, para limpiar la articulación, o reparadora, y a menudo alivia el dolor de manera notable.
¿Hay condiciones precisas para estas intervenciones? ¿Es la edad un factor esencial?
Cada caso es diferente, incluso dentro de la misma patología. Cuando los medicamentos ya no hacen efecto y la vida del enfermo se ha vuelto insoportable, es el momento de plantearse una operación reparadora. Por ejemplo, si una articulación está totalmente destruida o ya no queda cartílago, se impone implantar una prótesis, en la medida de lo posible. No hay edad mínima ya que la calidad de vida del paciente es lo primero. Y en cuanto a la edad máxima, no hay límite por la edad en sí misma, lo que importa es el estado general del paciente; si es bueno a pesar de una edad avanzada, pueden plantearse operaciones, incluso las delicadas. Por el contrario, alguien más joven pero con riesgo anestésico importante podría no ser operado.
¿Cómo se preparan estas operaciones? ¿Cuáles son las posibles consecuencias de la operación?
Como en toda operación, hay que conocer bien todos los puntos a favor y en contra, y hoy en día los pacientes están cada vez mejor informados. Ello no exime de hablar detenidamente con el reumatólogo y de hacerle todas las preguntas necesarias antes de tomar la decisión. También puede uno informarse en las asociaciones de enfermos o con personas ya operadas. Naturalmente, antes de la operación se harán los análisis habituales y, en algunos casos, se aplicará un protocolo de autotransfusión.
La duración de la hospitalización varía, pero se puede dar una media de unos quince días entre las operaciones sencillas y las más importantes. Tocar las articulaciones implica necesariamente dolores al despertar, pero ya se sabe cómo tratar estos de manera eficaz. Hay que pensar también en la rehabilitación que a menudo sigue a este tipo de intervenciones. Finalmente, hay que vigilar con toda atención la zona operada y el proceso de cicatrización para evitar infecciones y detectar posibles inflamaciones lo antes posible.
Doctor Jean taillandier, reumatólogo, médico internista y jefe del Sercicio de Geronología del hospital Paul-Rousse, Villejuif, París.
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