El duelo y sus etapas IV: cómo recolocar emocionalmente la pérdida y seguir viviendo
“El día que yo me muera no lloren porque me fui, alcen la copa y brinden por todo lo que viví”. Este pequeño párrafo escrito por Rozalen en su canción “El día que yo me muera” refleja perfectamente lo que supone recolocar a la persona querida y pérdida, ser capaz de recordar, con nostalgia realista, abrazar la melancolía para poder brindar por su recuerdo, por la vida que sigue aunque en ocasiones con la sensación de que no tiene mucho sentido.
Esta es la última tarea de los procesos de duelo. La "recolocación emocional" consiste en que el doliente encuentre un lugar adecuado para el fallecido en su vida emocional, un lugar que le permita continuar viviendo de manera eficaz en el mundo.
El objetivo de esta tarea no es negar el vínculo con la persona que ha muerto, sino poder mantener ese vínculo mientras se crean o intensifican otros.
¿Cuándo se acaba el duelo? Es una pregunta con respuesta variable, ya que no hay un tiempo establecido para ello, depende de cada persona. Aun así, se suele coincidir en que el duelo acaba cuando se supera la última tarea. Cuando la persona es capaz de pensar en el fallecido sin dolor, con una tristeza soportable sin manifestaciones físicas, opresión en el pecho ni llanto intenso, puede volver a invertir sus emociones en la vida y en los vivos.
Hay que partir de la base de que una persona en duelo nunca olvida del todo al fallecido y muy raramente rechaza su rememoración, es difícil eliminar aquello que ha estado cerca de nosotros, que ha formado parte de nuestra vida y de nuestra historia.
Sumar nuevas relaciones, plantearme nuevos objetivos vitales no supone "renunciar" a la persona fallecida, sino encontrarle un lugar apropiado en nuestra vida psicológica, un lugar que es importante pero que deja un espacio para los demás.
Quienes rodeamos a una persona en duelo tenemos que ayudar en esta tarea, poder dar un "empujoncito" en su proceso de reencuentro y recolocación, un lugar que le permita continuar viviendo de manera eficaz en el mundo.
Si pensamos en la recolocación en duelo implica cierta relación continuada con los pensamientos y recuerdos que asociamos con la pédida, pero se trata de hacerlo de una manera que le permita continuar con su vida después de dicha pérdida.
Esta tarea se entorpece manteniendo el apego del pasado en vez de continuar formando otros nuevos. Hay que evitar la sensación y la acción por parte del doliente de no volver a querer nunca más.
En líneas genrales y para la mayoría de las personas esta tarea es la más difícil de completar, pudiendo llegar a quedarse bloqueados en su elaboración y teniendo la sensación de que, en cierta manera, se detuvo cuando se produjo la pérdida.
Pero esta tarea se puede cumplir. Quedaría reflejado cuando una persona cuya pareja ha fallecido se dice a sí misma: "Puedo llegar a amar a otra persona, tengo derecho a rehacer mi vida, a volver a sentirme viva, y eso no significa que quiera menos o que vaya a olvidar a mi pareja fallecida".
El punto clave para superar el duelo se produce cuando la persona es capaz de pensar en el fallecido sin dolor, lo cual no significa que desaparezca la tristeza, se convierte en una tristeza diferente, que me acompaña y en la que me refugio cuando la necesito, para poder seguir viviendo y avanzando en la vida, cuando la persona recupera el interés por la vida, cuando se siente más esperanzada, cuando experimenta gratificación de nuevo y se adapta a nuevos roles. También hay un sentido en el que nunca acaba.
Manuel Nevado
Doctor en psicología y autor del libro "El duelo: Crecer en la pérdida"
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